Murcia Plaza

EL CABECICUBO DE DOCUS, SERIES Y TV 

Hair metal, posiblemente el género musical más impresentable, pero el más divertido

El libro 'Nöthin’ but a good time' ha sido convertido en un documental de tres episodios que relatan el auge y caída del Hair metal en tres actos. Un género musical con muchas paradojas, mientras que los músicos iban con un aspecto andrógino con peinados imposibles de señora mayor de los 80, eran extremadamente sexistas, aunque andróginos. Quizá por esa pinta la naciente MTV se enamoró de ellos y el público cautivo de la cadena lo premió con ventas millonarias de discos

MURCIA. Hace dos años, la editorial Neo-Sounds tradujo uno de los libros sobre música más divertidos que se acababan de publicar en Estados Unidos, Nöthin’ but a good time. Siguiendo la misma estela que el clásico Por favor mátame, que retrataba el nacimiento del punk y la nueva ola en Nueva York y Londres a través de los testimonios orales de sus protagonistas, este volumen, obra de Tom Beaujour y Richard Bienstock, ha hecho lo propio con el Hair metal, también llamado glam metal, hard rock angelino, sleaze rock y un largo etcétera. 

Un servidor, a finales de los 80 y principios de los 90, no sentía prácticamente ningún entusiasmo por esta escena. Sin embargo, a mediados de los 90, buscando en las cubetas de segunda mano algo más interesante que las letanías que había en el mainstream, me empecé a aficionar casi sin quererlo. Primero, porque las pintas que llevaban eran asombrosas, inconcebibles en el momento en el que estábamos viviendo y no había internet para tener el pasado tan presente como ahora. Cada elepé era una joya de museo por las permanentes y los detalles que llevaban en los looks. Y luego porque la música era divertida, tenía buenos hits, especialmente las baladas, y era anacrónica e imposible de encajar en ningún ambiente de los noventa. Era un refugio emocional ante la que estaba cayendo esos años, la gran estafa del rock and roll, la mayor contradicción de la historia: que lo alternativo fuese mainstream. Una bomba termonuclear de grima. 

En esos años me dio tiempo a hacerme con una buena colección de vinilos muy baratos, pues nadie quería comprar semejantes engendros, y a profundizar en cierto conocimiento sobre la escena, un saber inútil delicioso. Luego, con el revival ochentero que empezó sobre el año 99 o 2000, la cosa tomó más vuelo, se pudo oír alguna reivindicación de algún grupo, pero poca cosa. Todo muy tímido. Nunca he visto a nadie joven volverse loco con Poison a estas alturas de la vida. No obstante, en Estados Unidos caló más fuerte, porque ahora el libro se ha convertido en una serie documental de tres capítulos de Paramount Comedy. 

Es interesante la presencia de Steve-O entre los fans del género entrevistados. En esa época, era un crío de 14 años. Si hay algo que marcó el auge y caída de esta música, en mi opinión, es que la absorbieron los adolescentes en su momento y, cuando dejaron de serlo, la dejaron atrás, como se hace en Estados Unidos con las modas: sin contemplaciones. Los grupos de Hair metal, al contrario que muchos otros, no evolucionaron con su público porque, sencillamente, era inviable conceptualmente y, sumado todo ello al advenimiento de Nirvana, el chiringuito cayó estrepitosamente en 1992. 

Por eso no se lo ha tomado nunca nadie en serio. Ni siquiera sus propios protagonistas, lo cual es de agradecer, porque, tal y como estamos acostumbrados en España, aquí cada vez que pasa una moda y alguien deja de vender discos, la culpa siempre es de otro, incluso de conspiraciones que involucran a la OTAN. En este documental hay juego limpio, fueron desplazados por el grunge y el rock alternativo y lo encajan bien. Cuentan riéndose que salieron de los escenarios, la televisión y la purpurina para irse a las obras a pedir trabajo. El de Tuff, por ejemplo, está orgulloso de “haber llegado”, aunque luego saliera de Los Angeles con una mano delante y otra detrás. 

Esa parte, la económica o social, que es la que más me interesa y en el libro se trata profusamente, en estos documentales casi ni se menciona. Pero la desindustrialización llevó a miles de jóvenes del Medio Oeste y otras áreas deprimidas, eso que ahora se dice que son los caladeros de votos de Trump, a California. Buscaban lo que fuese para huir de los trabajos mal pagados que dejaban atrás y muchos eran músicos expulsados de las salas donde trabajaban tocando en directo cuando se subió la edad para consumir alcohol, lo que impidió que fuera el público al que le gustaba el hard rock (el de los críos). Eso juntó a tanto músico en Los Ángeles intentando grabar un disco o ser actor.

Recibe toda la actualidad
Murcia Plaza

Recibe toda la actualidad de Murcia Plaza en tu correo