MURCIA. Si uno mira la humanidad en perspectiva —digamos, universal, cósmica—, lo cierto es que somos bien poco. Es lógico que cuanto más sepamos del entorno incomprensible en que vivimos, asumamos, aunque no seamos conscientes de ello, cierta indiferencia respecto al otro. En público lo negaremos siempre, pero, ¿es realmente tan extraño pensar que pese a la supercomunicación —seguramente por culpa de ella—, no solo no estamos saliendo mejores, sino que nuestra preocupación sea solo una apariencia, una pose con menos peso que otras asfixias producto del sentirnos superados, a la deriva y sin solución? Quizás esta sensación sea solo una apreciación o reflexión personal, pero pese a todas las distopías que se escriben —el concepto lleva gastado ya varios años—, la emoción no parece muy profunda. Tiene sentido: el mal de la información en tiempo real es como un torrente que nos saca inopinadamente de casa por una ventana y nos obliga a sacar a relucir nuestro instinto más primario: la supervivencia.
Pasan muchas cosas a cada minuto, como siempre ha ocurrido, pero ahora somos conscientes de ello. Los temas candentes en Twitter duran lo que tarda uno en actualizar. Ahora es una figura política cuyo arco argumental se ha comprimido hasta un desenlace lamentable en escasas semanas, en unos minutos es el nuevo parte de guerra y la amenaza del apocalipsis chernobiliano, en una hora, un juicio muy mediático, y no mucho después, una retirada del deporte de última hora. Todo es última hora, pero nosotros seguimos existiendo en un universo que según sabemos, se expande de un modo inconcebible. Surgen las creencias ciegas en fes absurdas porque nos resistimos a dejarnos llevar: tiene que haber algo más, una verdad a la que asirse. Quién sabe. Pero el dolor, por mucho que seamos menos que polvo en el contexto, es muy auténtico. Al final, el ser humano sigue haciendo lo de siempre, y es mucho más fácil digerir lo que nos cuentan que enfrentarse a una realidad muy compleja y a un océano de desinformación en el que lo más probable es naufragar.