MURCIA. En las páginas de una novela de ficción existe un lugar llamado Vallina. En él, hay un partido político de derechas que está perpetuado en el poder y cuyas dinámicas de corrupción se han sistematizado e incluso asumido por el electorado. El clero les acompaña en ese delirio que intenta hacer convivir compasión y ambición, frivolidad de clase y moralinas. Hay escuchas, trajes, una empresa pantalla con la palabra “Orange” en su nombre y apellidos parónimos a algunos de los grandes nombres de la política valenciana de los últimas décadas. Vallina no es un territorio inventado, sino más bien un espejo deformado que caricaturiza y lleva hasta las últimas consecuencias la postal del período del Partido Popular encabezando con mayorías amplias las principales instituciones valencianas como la Generalitat o el Ayuntamiento de Valencia.
El responsable de crear Vallina es el escritor Fernando Delgado, que publicó la semana pasada -a través de Planeta- Todos al infierno, un título que es otro espejo deformado, el de Todos a la cárcel de Luis García Berlanga. En común tiene la representación ácida y enfadada de una clase política a su afán y su ambición les ha carcomido cualquier resto de humanidad. “Era una sociedad pútrida. Bueno, no la sociedad, sino los personajes que dibujo. No era una ciudad putrefacta, sino una ciudad que algunos se empeñaban en manchar”, explica en una conversación para Plaza.
La voz principal de esta novela es la de Serafín del Río, un clérigo arrepentido que, con la ayuda de su amante y las confesiones que ha ido haciendo durante años a la cúpula del Partido Blanco. Delgado se resiste a confirmar los evidentes paralelismos de los hechos de la novela y la Valencia gobernada por Zaplana y Camps, si bien añade otros elementos ficcionados para añadir una sensación de autocracia y también trae a Vallina otros sucesos como el tamayazo que ocurrió en Madrid. “He escrito la novela y la historia de Serafín del Río y de Vallina, y a partir de ahí, yo me he desprendido de ella, no quiero hacer paralelismos. El lector puede tener memoria y yo excluirme de ella”, comenta. Entonces, una pregunta trampa: ¿hay ahora más esperanza en esa Vallina de la que habla? “Sí, yo creo que sí”.
El elenco: una tal Bárbara Ratú con voz ronca y aficionada al gin tonic, un Eduardo Zamorano de tez morena al que acompaña un cantante, los líderes nacionales José Mario Aznurra y Marino Bayón, o un Borja Pla acosado por unas grabaciones y una trama de trajes regalados. ¿Les suena de algo?