MURCIA. Más allá del litoral, el interior de la Región de Murcia guarda rincones que en Navidad se transforman. El frío del Altiplano, el olor a leña en el Noroeste o la tranquilidad del Valle de Ricote se convierten en el plan perfecto para quienes buscan una Navidad sin prisas, lejos de las aglomeraciones y con sabor local.

Cehegín: el Belén del Noroeste

Declarado Maravilla Rural de España, el casco antiguo de Cehegín se transforma en estas fechas en un escenario navideño al aire libre. Sus calles empedradas y casas señoriales ganan protagonismo con la iluminación invernal y el ambiente tranquilo del municipio.

Uno de los grandes reclamos es su Belén municipal, una tradición que se mantiene desde 1983 y que cada año atrae a visitantes de toda la comarca. La visita se completa con una parada gastronómica en los restaurantes del casco histórico y un paseo por la Plaza del Castillo, donde suele instalarse un mercado de artesanía con productos locales.

Caravaca de la Cruz: historia y tradición

Caravaca de la Cruz vive la Navidad con un ambiente sereno y muy ligado a su identidad histórica. La Basílica de la Vera Cruz marca el ritmo de la ciudad, pero el verdadero encanto está en recorrer sin prisas sus barrios antiguos y disfrutar del ambiente festivo de sus plazas.

A pocos minutos del centro, el paraje de Las Fuentes del Marqués ofrece un plan perfecto para completar la escapada. En invierno, el entorno se vuelve especialmente tranquilo, ideal para una caminata entre canales de agua y árboles centenarios que muestran una imagen poco habitual de la Región.

Blanca: tradición en el corazón del Valle de Ricote

Blanca es uno de los municipios que mejor representa el espíritu navideño del Valle de Ricote. Durante diciembre, sus belenes vivientes se convierten en el principal atractivo, con representaciones en las que participan numerosos vecinos y que atraen a visitantes de toda la zona.

El paseo junto al río Segura es casi obligatorio antes de subir al Castillo, desde donde se obtienen unas vistas privilegiadas del valle. Al caer la tarde, la actividad se concentra en la plaza principal, donde el ambiente cercano y la participación vecinal marcan la diferencia.

Jumilla: historia y vino en el Altiplano

Jumilla ofrece una Navidad marcada por su carácter histórico y su tradición vinícola. El Castillo, Monumento Nacional, domina el paisaje urbano y sirve de referencia para recorrer un casco antiguo que en diciembre se llena de mercadillos y actividades familiares.

Es una época ideal para descubrir la ciudad con calma, combinar patrimonio y gastronomía y refugiarse del frío en bodegas y establecimientos locales, donde el vino se convierte en el mejor aliado de las jornadas invernales.

Moratalla: una Navidad de montaña

Moratalla es sinónimo de Navidad de interior. Rodeada de sierras y conocida por su patrimonio rupestre, el municipio muestra en diciembre su versión más acogedora. El recorrido por el Castillo Fortaleza y la Iglesia de Santa María de la Asunción permite entender la importancia histórica de la localidad.

El aire de la sierra, sus casonas rurales y la cercanía de la naturaleza convierten a Moratalla en una escapada ideal para quienes buscan desconectar y disfrutar de un entorno auténtico durante las fiestas.

Yecla: enoturismo y belenes

Yecla combina en diciembre dos de sus grandes señas de identidad: el vino y la tradición navideña. Muchas de las bodegas de la Ruta del Vino organizan catas y experiencias especiales pensadas para estas fechas.

En el casco urbano, la Ruta de los Belenes propone un recorrido por distintos puntos del municipio donde la artesanía local cobra protagonismo. Para cerrar la escapada, la cercana Sierra de Salinas ofrece miradores desde los que disfrutar de algunos de los atardeceres más llamativos del invierno murciano.