Murcia Plaza

TODO DA LO MISMO

El hombre que observaba a Elvis

  • Fotos: ALFRED WETHEIMER

MURCIA. Alfred Wertheimer era un fotógrafo que comenzaba a trabajar como free lance cuando a principios de 1956 recibió una llamada del departamento de promoción de la compañía discográfica RCA. Le encargaron que fotografiara a su nuevo fichaje, un joven talento de Tupelo, Misisipi, llamado Elvis Presley. A Wertheimer no le sonaba de nada aquel nombre, pero aceptó el encargo igualmente. Lo fotografió durante su actuación en el programa Stage Show, y quedó tan subyugado por aquel joven que decidió pegarse a él, convencido como estaba de que allí había una historia que merecía la pena ser contada. Consciente del papel que podían jugar él y su cámara, consiguió el milagro que todo buen fotógrafo busca, hacerse invisible, estar sin interferir, captar sin ser visto y hacer que su presencia sea como el aire, constante, necesaria, pero intangible. 

Wertheimer propuso a Elvis convertirse en su sombra, seguirle allá donde fuera durante dos semanas. Estar con él en las actuaciones, en el tren, en los ensayos, con los fans, en el camerino, incluso en el cuarto de baño. Y Elvis aceptó porque sabía que su voz no iba a bastar para hacerle famoso. Su voz sonaba por la radio y enamoraba al público, pero el efecto que tenía que producir era mucho más completo si podíamos ver su expresión de niño inocente, su tupé engominado, sus ropas anchas, los gestos de su cara al contonearse. No bastaba con las canciones y la voz para lograr ser aquello que Nik Cohn apunta en su Auambabuluba Balambambú: “Se convirtió en una de las personas que han influido de una manera más radical en la manera de vivir y de pensar de la gente

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