Murcia Plaza

SILLÓN OREJERO

De Gardiazábal 'El Tarzán vasco', al catalán José Salvador, la lucha libre a inicios del siglo XX

MURCIA. Cuando parecía que el boxeo ya no pintaba nada, expulsado de las páginas de los periódicos, y la lucha libre popular no había logrado remontar tras su efímero éxito en la primera Telecinco, actualmente los deportes de contacto y artes marciales viven  una época dorada gracias a las retransmisiones por Internet. Hay personajes como Juan Archuleta, un californiano que glorifica a los conquistadores españoles, viste con casco morrión, banderas rojigualdas constitucionales, banderas de México e ikurriñas. Cuando gana un combate, en el discurso posterior lo relaciona con Covadonga y mitología carpetovetónica que se queda uno, desde este lado del charco, a cuadros. Aunque lo suyo poco tiene que ver con la WWF con la que vociferaba Héctor del Mar, aquí, en Bellator, saltan dientes y el ring suele acabar pringado de sangre.

Esto demuestra que al público le siguen interesando las yoyah y que, por lo que sea, adornarlas con teatro como el del amigo Archuleta le añade emoción al asunto; una emoción ancestral, porque, como revela el libro de reciente aparición Memoria de la lucha libre en España (1907-1936) de la colección Mordrake de la Editorial Libritos Jenkins. Un trabajo realizado al alimón por Óscar Alarcia y Luis Díaz, ex promotor de veladas y divulgador de la lucha, autor del podcast The Fabulous Jobbers.

El libro es una recopilación de recortes de hemeroteca que cubre la llegada de la lucha libre a España a principios del siglo XX hasta el abrupto final de todo en 1936. En las crónicas y noticias de la época se puede leer cómo el negocio trataba de abrirse camino entre las aficiones de los españoles con la competencia que le hacían otros deportes, los problemas organizativos, rivalidades entre ciudades y, sobre todo, incidentes con el público. Una muestra que también tiene un significado antropológico.

Aparecen pocas menciones a València, pero en una pequeña nota pone que el público valenciano vibraba con la luchadora Miss Gerland, por encima de Las Hermanas Crisálidas y La Torrerica, que más que luchadoras, estas dos últimas, eran ágiles bailarinas por las escasas referencias que hay en la prensa de la época. Por lo demás, el libro cuenta que la modalidad de lucha catch as catch can contaba con estrellas internacionales, pero le costaba penetrar en España, donde tenía más predicamento la lucha grecorromana. Según algunos recortes aportados, por motivos patrióticos.

Este nuevo entretenimiento era nuevo entre comillas. Ya había testimonios que hablaban de las llaves que y proyecciones que se hacían los boxeadores en Lancashire, Inglaterra. Trucos que llamaron la atención de inmigrantes que los llevarían a sus países de origen como Estados Unidos, Alemania o Francia, donde se incorporó como una más de las atracciones del circo.

En España se cita el caso en 1912 del escocés Esson, que después de perder un combate de lucha grecorromana ante el español Javier Ochoa, le retó a un combate de lucha libre con una apuesta de mil pesetas de por medio. Ochoa aceptó y a los periodistas les pareció indigno prestarse a ese juego: "El Heraldo de Madrid no puede de ninguna manera prestar su patronato para semejante salvajada, y nos consta que el tapiz de Kursaal de la Ciudad Lineal no se verá prostituido por semejante lucha de navajas".

Años más tarde, Ciudad Lineal volvía a aparecer en relación con la lucha libre en La Vanguardia. El periódico catalán no tenía el mismo elevado concepto que antaño tuvo El Heraldo de Madrid, se refería al lugar como "una especie de Tibidabo sin mar ni paisajes". Contaba que, efectivamente, allí se celebraban este tipo de combates con luchadores de numerosos países, "franceses, alemanes, serbios, húngaros, italianos...". Entre ellos, había un español, José Salvador, de origen catalán, que gozaba de tanta simpatía entre la afición local que el público protestó airadamente cada acción en su contra, llegando a insultar a sus rivales.

La sentencia de La Vanguardia ante estos hechos era dinamita pura: "Es vergonzoso este ambiente de incultura y grosería que se respira en la corte, y lo más triste es que a tal estado nos conduce una exigua minoría, porque a sus excesos, quien puede y debe, no quiere poner freno. Se expulsa a un extranjero, sin motivo alguno; se insulta a otro, porque el público teme que pueda resultar vencedor en lucha con su adversario. No cabe duda que este es un buen método para fomentar la atracción de forasteros".

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