CARTAGENA. Son dos actores que llevan mucho tiempo en nuestras vidas. Después de haber pasado por Al salir de clase (Víctor Clavijo) y Los Serrano (Alexandra Jiménez), dos series icónicas de nuestra ficción, ambos intérpretes acumulan un poso que se nota en las entrevistas. Asumen las mismas como parte de su trabajo y como la oportunidad de seguir demostrando la pasión por un oficio que les invita a volver a la infancia. Algo que logran en esta adaptación del cómic creado por la francesa la joven ilustradora francesa Léa Mazé, nominada a los prestigiosos Premios de la Industria del Cómic Will Eisner de Estados Unidos y presente en la selección del Festival Internacional de Cómic de Angoulême.

 

 

¿Cómo habéis afrontado esta película? Es una película que se aleja mucho de lo que habéis hecho en vuestra carrera. Son unos personajes muy particulares.

 

Alexandra Jiménez. Sí, son personajes particulares, bastante extravagantes, tienen un toque surrealista y al mismo tiempo están anclados a la realidad que, sobre todo, sujeta la trama adolescente, para no irnos por los cerros de Úbeda. Pero sí, estamos ahí conviviendo en un tono difícil de equilibrar, pero que nos ha generado muchas satisfacciones porque nos lo hemos pasado muy bien haciéndolo.

 

Víctor Clavijo. En mi caso no había hecho nunca una película familiar y de aventuras juvenil, y además me dan poca comedia, con lo cual para mí era una ocasión perfecta para poder explorar las dos cosas. Ha sido un disfrute, me lo he pasado como un enano, y verme en una película de estas características me hace mucha ilusión. Decir ‘mira, que bien estilo la película de este tipo’, y verme en pantalla de repente en una película tan bien acabada, tan bien diseñada, con este sabor que recuerda a estos clásicos, los Goonies, películas de Tim Burton… Me hace muchísima ilusión como actor.

 

Me ponía en vuestro lugar un poco, y pensaba lo bien que lo habéis tenido que pasar rodando. Es un guion para el actor de jugar, ¿no?, volver un poco a la esencia de vuestra profesión.

 

A.J. Totalmente, y de hecho tuvimos varias veces esta conversación. Los actores somos muy dados a comernos la cabeza, o a travesar pequeñas crisis de, ‘¡oh, Dios mío! Creo que no es así, no es el camino’, pero siempre acabábamos diciendo que lo importante es pasarlo bien, porque no deja de ser un juego. Sobre todo, cuando se te ofrecen historias donde los personajes son tan divertidos, porque lo son, hay algo que, si los juegas y no tienes ningún pudor de llevarlos lejos, esa diversión, esa parte lúdica, creo que se transmite, y hay algo que el espectador sí percibe. Entonces, más allá de que pueda parecer una frivolidad, no lo es, disfrutar y pasarlo bien mientras estás actuando, yo creo que es una de las grandes claves de nuestro trabajo.

 

 

Me da la sensación de que no se hacen ya tantas películas de este tipo, de aventuras de puro divertimiento, dedicadas al público, al adolescente, al juvenil, que es un poco el que va a tener que sustentar en el futuro la sala, o sea, que hay que hacerle ir al cine. ¿Por qué creéis que no se hace más?

 

V.C. No lo sé, de verdad, porque es verdad que, en nuestra industria, en nuestra cinematografía, no hay muchas películas de este tipo. Hay algunas, Voy a pasármelo bien, por ejemplo, de este tipo de película juvenil de un grupo, una pandilla que tiene unas aventuras, pero no muchas, y con este componente de misterio pseudo-fantástico, con un tono divertido, ligeramente divertido… no hay apenas. No sé por qué no se explota este género, efectivamente, en España, porque es el público que hay que arrastrar a las pantallas, el futuro público cinefilo es este. Tampoco no llegan muchas de Estados Unidos como no llegaban antes, en los 90, ¿no? Los 90 fue una década que estaba llena de títulos para adolescentes, pero ya no. Quizás porque a lo mejor las grandes franquicias, Marvel, etcétera, todo este tipo de películas, que yo no soy muy consumidor, pero a lo mejor han copado a ese público.

 

A.J. Sí, y lo arrastran también con esas historias, sí, puede ser.

 

Porque también es verdad que se habla mucho de la crisis de ideas, sobre todo lo que comentáis de Marvel, Disney, todas estas grandes compañías. Y, sin embargo, hay remakes, hay vueltas a la misma idea, ¿no?

 

V.C. No sé si es una crisis de ideas, o los productores buscan oportunidades y piensan de repente que los remakes son las adaptaciones de los grandes, de los héroes, a lo mejor ahí están, dan en la clave. Quizás yo sí siento que a lo mejor en los 90, o incluso en los primeros 2000 o en los 80, se hacían más películas originales. Ahora estamos tirando mucho de remake, remake, remake, de adaptar una saga de superhéroes al cine. No sé qué superhéroes falta por ser adaptados, creo que ninguno ya, están todos. Pero están hasta los personajes secundarios de Superman, todos tienen su propia película. Eso me parece muy bien, pero que no pare la creatividad, que no paren de gestarse y de idearse nuevas historias, me parece interesante.

 

En la película, aunque es de aventura y el peso de la trama lo lleva el equipo juvenil, también sale un poco el estrés laboral y la falta de atención sobre el hijo, algo muy presente en la sociedad.

 

A.J. Sí, bueno, es cierto lo que dices. Ese estrés laboral hace que en muchas familias la comunicación brille por su ausencia, pero no es donde nos basábamos con la falta de comunicación con respecto a nuestro hijo en la película. Está más planteado desde un lugar donde ellos están muy enamorados de lo que hacen, tienen una vocación tremenda por su trabajo, que encima lo tienen dentro de casa, porque la propia casa es la funeraria y su jardín el cementerio, y es su mundo donde ellos se desenvuelven felices. Están enamorados de su trabajo, entre ellos muchísimo, y tienen dos egos espectaculares, porque están constantemente en sus logros, en sus premios y sus cosas.

 

Entonces, sí que obvian al hijo al que quieren muchísimo, pero muchas veces se les olvida que está. Esto, evidentemente, está contado desde una conciencia de humor, no se pretende tampoco ahondar en esa crisis que podría haber en esa familia, pero sí que se cuenta esa falta de comunicación, desde ese otro lugar.

 

V.C. Sí, ellos ven a su hijo como un accesorio más que les gusta, es un accesorio más. Tienen la casa, no tienen el perro, pero tienen el niño. Entonces esperan que el niño, evidentemente, se comporte como ellos esperan que debiese comportarse. Que sea responsable, y cuando le ven que es un poco raro, porque ellos no se ven raros, pero sienten que el hijo es raro, pues en lugar de pararse a ver qué es lo que le pasa o cómo es realmente su hijo, ellos dos prejuzgan al hijo.

 

A.J. Y se escandalizan.

 

V.C. Y se escandalizan, igual que prejuzgan al hijo los compañeros de clase. No deja de ser una película que invita a reflexionar en el sentido de, ‘oye, a veces no paramos a ver al que tenemos enfrente, a ver en su diferencia dónde está lo interesante o qué es lo que le está ocurriendo’. Al final prejuzgan a su hijo porque no le dedican el tiempo necesario, que entiendo que a muchos padres les pasa igual por el estrés laboral o por lo que sea.

 

Sinopsis

 

Nico (Diego Montilla) es un chaval de quince años inteligente e introvertido que sufre acoso escolar porque sus padres son propietarios de la única funeraria del pueblo. Con la esperanza de conseguir un amigo, participa en un programa de intercambio cultural. Sólo hay un problema: el chico de intercambio resulta ser una chica, Gabrielle (Iratxe Emparan), una francesa de espíritu desafiante acostumbrada a todo menos a vivir rodeada de muertos.