MURCIA. El Consistorio murciano se ha vestido de gala para recibir a estos tres maestros del siglo XX, uno de ellos, murciano: Hernández Carpe, ido de este mundo demasiado temprano, antes de haber conocido plenamente una nueva etapa en su arte pictórico. La Fundación 'El Mural de Arte, de Hernández Carpe' ha logrado aunar en unas mismas paredes lienzos de los tres maestros. Dos de ellos de la primera mitad del siglo, el otro -el nuestro- de la segunda mitad de ese mismo siglo anterior, que ya empezaba a dar a luz una nueva concepción de la Pintura. La dura tenebrosidad de Solana, el cántabro enamorado de la Castilla profunda, se combina con el optimismo figurativo del onubense Vázquez Díaz. Hernández Carpe aporta su idea mural de la pintura, basada en un genial sentido del geometrismo elemental, buen dominador del espacio.
Contemplar este diálogo de lienzos en el albo entorno de la sala consistorial es hacer un ejercicio de aceptación y respeto a la diversidad del arte. Solana, también escritor, "fabrica" lienzos que son imágenes quietas de un devenir de lo popular español, en su más ancestral sentido de la existencia. Un pesimismo noventayochista navega por las tenebrosidades plasmadas en sus cuadros. Solana buscaba una inmanencia no urbana, antes fosca y rural, de los españoles. O de los castellanos, acaso. Sus cuadros, hoy sin ninguna referencia a la actualidad, son testimonio de un pasado al que achacamos oscuridad, interna y externa. Una España que anteponía la fe a cualquier tipo de alternativa. Los rostros de los castellanos de adentro, procesionando los trágicos tronos de Semana Santa, son nuestro pasado, no ya inmediato, pero sí muy hondo.
Un halo de alegría, de pincel claro, de luminosidad cubista, centrada sobre todo en el retrato, individual y personal, emana de la pintura figurativa de Vázquez Díaz. Acaso todas ellas con un algo de simbolismo, en el sentido que es detectable un aroma de optimismo, en sus perfiles. Vázquez Díaz deja de lado el luctuoso agro español, mesetario y yermo, y aborda la pintura conmemorativa y burguesa, con un deje de cubismo que no deja de ser signo de modernidad.
Frente, o al lado, de ellos dos, nuestro Hernández Carpe; el Carpe de caballete. No el Carpe de mural. Los murales de Hernández Carpe son una invariante de la geografía urbana y rural de la España toda, archipiélagos incluidos. Un mural de Carpe, como muchos de sus cuadros, presenta una intención pedagógica muy notoria. Pero también algo más; como, por ejemplo, un mensaje de ternura y elementalidad. Sus líneas, que no dejan espacio alguno sin acotar, entrelazan figuras de todos los reinos de la naturaleza, personas, vegetales, animales y edificaciones, ya sean castillos o palacios.
Son tres maneras de hacer pintura, que, sobre recordarnos una creatividad muy personal de cada autor, nos induce a comparar y entender -por contraste o semejanza- qué cosa fue y es el Arte.