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Santa María Egipciaca, de Ribera, en San Esteban: arte del bueno en Murcia

Una de las obras cedidas por la Fundación Adela Barba para su exposición durante 16 años

  • López Miras y La Egipciaca

Entre las siete obras, que como avanzadilla de las 32 totales, cedidas al MUBAM, a cambio de su restauración –para su exposición durante 16 años– destaca, para mi gusto, el cuadro de José Ribera, El Españoleto, dedicado a Santa María Egipciaca. La santa alejandrina, retirada en el desierto hoy jordano, entonces de Moab. La Fundación Adela Barba es la generosa cedente de las obras.

La santa escenificada en el lienzo del valenciano Ribera es, en efecto, la legendaria prostituta arrepentida, que se ofrecía en las puertas de Alejandría, aún cristiana, a todos los menesterosos, tullidos y demás discapacitados corporales, a cambio de nada. Hacia caridad de esa manera. Un día viajó hasta Jerusalén y allí vio la luz. Retiróse al desierto antedicho y tras casi cincuenta años de penitencia, murió pobre, desnuda y famélica. El pueblo la hizo santa. Con todo, en las normas trentinas de signos y atributos de la santa, se impuso retratarla vieja, escuálida y desagradable a la vista, para ocultar su oprobioso pasado, según la eclesiástica fobia sexual del momento, en aquellos tiempos contrarrerformistas en la Europa del sur. El mismo Ribera hizo otra Egipciaca 'ortodoxa'.

Pero, José de Ribera, prácticamente contemporáneo de aquellos tiempos trentinos, nos la retrata madura, pero aún atractiva. Con la más que suficiente carnalidad, como para evocar tiempos de lozanía y esplendor corporales. Y, añadiremos, que afortunadamente. Ribera nos presenta a una Egipciaca en inclinado busto, hacia la izquierda, para recibir desde la derecha y arriba, origen de la luz divina, el rayo redentor. Esta María de Alejandría entendía el sexo como caridad. Y, según la leyenda, nunca aceptó óbolo alguno a cambio de sus favores. Las 'Arrepentías' españolas y otras asociaciones piadosas, con otros nombres por toda Europa, le deben su patrocinio. De no ser por ella, jamás hubieran tenido acogimiento en la Iglesia tales mujeres.

El novelista murciano, de gran ascendencia en las letras española, Pedro García Montalvo, escribió en 1988, la novela Una historia madrileña, con el trasunto de la Egipciaca, en el Madrid de la inmediata postguerra. Fue llevada al cine con el título de La viuda del capitán Estrada. Fueron éxito tanto la novela como el film. Extraño, y valga el excurso, el prolongado silencio de este autor.

Ahora, el personaje vuelve a Murcia, en forma de cuadro de uno de los grandes del siglo de Oro: José de Ribera, seguidor de Caravaggio, aunque atenuando las violencias contrastivas del Merisi. La Egipciaca del cuadro muestra sus dedos levemente sanguinolentos, así como las órbitas de sus ojos, signos de haber iniciado ya el camino de perfección. Y la amplia muestra de la cintura escapular hablan de una simultaneidad de lo que fue, la dermis aún en sazón, con lo que en su actualidad es: la penitencia. El ayer de esplendor, y el hoy de mortificación: juego temporal barroco. Un manto color naranja pálido, aún lejos del rojo correspondiente al martirio, cubre el resto de su cuerpo mostrado en el cuadro. La mirada de la santa –que no se olvide, santa por derecho propio– mira arrobada, pero poco, al punto de iluminación del cuadro, que no es sino la divinidad. Al fondo, Jerusalén.

Arte del bueno, en Murcia.

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