Raro es el día en el que algún visitante de El Umbral de Primavera, un espacio escénico situado en el madrileño barrio de Lavapiés, no reconoce alguno de los escenarios de La Manga del Mar Menor que el artista pachequero Alejandro Lorente ha fotografiado durante la última década y ahora expone en el Ambigú de este dinámico vivero cultural de la capital. Y es que esta exposición titulada Manga Larga. Cartografía del Mar Menor, compuesta por una selección de doscientas imágenes del más del millar que ha realizado, además de mostrar un lugar “único y fascinante”, toca la fibra de un imaginario común –de aquellos veranos de la infancia- que también tienen muchos madrileños. Lo cierto es que la exposición ha despertado un interés que ni el propio Alejandro se esperaba, por lo que se plantea exponer en un futuro más fotografías de esta misma serie y, posiblemente, hacerlo también en Cartagena.

Cuenta el artista –quien se expresa mediante la fotografía mientras espera que se cumpla su sueño de hacer una película- que comenzó a fotografiar La Manga en 2015, un año después de instalarse en Madrid. Porque a veces, explica, “verle la belleza a algo con lo que has crecido puede requerir distancia. Tanto física como en el tiempo. El tiempo provoca cambios en nuestros vínculos afectivos. Todo se recuerda como antes, aunque nada sea igual. Esta cartografía ofrece una imagen de La Manga y el Mar Menor en la que predominan asociaciones de ideas y vínculos emocionales de naturaleza biográfica y carácter emocional que evocan estos lugares”.

Alejandro Lorente se crio entre Torre Pacheco y Los Nietos, siendo La Manga para él un lugar idealizado reservado para los turistas. Así que, con el tiempo, se convirtió en uno de ellos y llevó a cabo este trabajo. Porque tras estudiar Bellas Artes y afincarse en Madrid, el creador audiovisual volvió en numerosas ocasiones a esta manga de tierra de 24 kilómetros para retratar esos edificios que se construyeron sin orden ni concierto a partir de los años sesenta en pleno boom turístico. Su mirada artística supo apreciar la belleza, la singularidad e, incluso, un punto humorístico en ese paisaje de edificios construidos como segundas residencias para los veraneantes, quienes también protagonizan algunas de las escenas inmortalizadas en esta serie, ya sea en la playa o dándose los famosos baños de lodo.

“La imágenes muestran lo bonito que puede ser lo que a primera vista puede parecer feo o estrafalario”, señala Alejandro Lorente, para quien La Manga es “un lugar extraordinario, único y fascinante”, que se presenta como un reflejo del paso del tiempo y de la evolución de las costumbres y los movimientos arquitectónicos.

En este sentido, señala que “durante el desarrollismo las construcciones atendían a los intereses y el cuestionable gusto de la especulación inmobiliaria, y esta miraba por y para el turismo, principalmente. Esta podredumbre paisajística y urbana, ligada a un sacralizado mercado libre concebido para el beneficio privado, no está vinculada a un único lugar. España no fue pionera sino que miró a Estados Unidos y su modelo desregulado y caótico. La americanización de España iniciada por el franquismo y continuada en los años de democracia inundó al país de fealdad. La Strip de Las Vegas, fagocitada a la española en la N-340 de la provincia de Málaga, volvería a erigirse en La Gran Vía de La Manga”.

Y añade: “Una de las características más notables de este estilo es su modernidad frívola, orientada hacia sueños estandarizados. Este estilo no tiene reparos en utilizar elementos de diversas vanguardias que al fusionarlos con elementos vernáculos dan lugar a edificios de estética retrofuturista. Una de las formas en las que insiste el estilo del relax es la esquina redondeada, o achaflanada. Lo curvilíneo se combina con una silueta escalonada. Metáforas navieras y aerodinámicas. Escalonamientos y esquinas curvadas son motivos que delatan el origen art-déco del relax pero siempre con un toque kitsch. Un collage estrafalario en ocasiones que no deja indiferente al visitante accidental”,.

Alejandro Lorente Cervantes, quien tiene un proyecto para hacer una película de la que de momento prefiere no dar muchos detalles, señala en su biografía que nació cerca de Los Infiernos, en el municipio de Torre Pacheco, en el  año 1989, malvive en Madrid desde hace una década y convive con un gato.