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Ilu Ros regresa a Londres con 'Una casa en La Ciudad': "Este libro le puede servir a quien se haya sentido perdido alguna vez"

La ilustradora muleña narra en esta nueva publicación sus años de búsqueda y precariedad en la capital inglesa, donde vivió ocho años

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La muleña Ilus Ros tenía 26 años y dos carreras universitarias -Bellas Artes y Comunicación Audiovisual- cuando se fue a vivir a Londres sin saber muy bien qué era lo suyo ni qué iba a hacer con su vida. Ese relato de precariedad, de sentirse perdido, de la búsqueda de un lugar en el mundo y de crecimiento personal es lo que relata la ilustradora en su nuevo libro, Una casa en La Ciudad, que ya se puede encontrar en las librerías. Con esta nueva publicación (Editorial Lumen), la autora de la aclamada novela gráfica Federico (Libro Murciano del Año 2021) e ilustradora de Una trilogía rural (Mejor libro editado de 2022 ), vuelve a dar vida con sus pinceles a una historia propia, como ya hiciera con Cosas Nuestras.

Hablamos con Ilu Ros -que tiene previsto presentar su nuevo trabajo en Mula y Murcia a mediados de mayo- de este nuevo libro, de cómo ha llegado a trabajar en 'lo suyo' y sobre su estilo personal y muy vivo con el que ha logrado situarse entre los ilustradores más reconocidos del país.

 

Este es el cuarto libro en el que eres tanto autora como ilustradora. Tras haberte sumergido en el universo lorquino con Federico, vuelves con una historia propia, como hiciste en Cosas Nuestras. ¿Cómo surge la idea de contar tus años en Londres con Una casa en La Ciudad?

Una casa en La Ciudad es un poco la otra cara de Cosas nuestras, es como el regreso. Cosas nuestras fue un libro que hice siendo inmigrante, viviendo en Inglaterra, hablando sobre cuál era mi raíz, de dónde venía yo, de esas casas de campo murciano, de las coplas de mi abuela… Una casa en La Ciudad trata del viaje de regreso a Londres que hago casi cuatro años después de haberme marchado de allí. Este libro trata sobre aquel momento en 2011, cuando me fui a esa gran ciudad donde quería trabajar de lo que fuese, aunque también tenía la esperanza de encontrar algo de lo mío... o de lo que pudiera ser lo mío. Hablo de esa precariedad, de esa búsqueda de una casa en un lugar que está lejos de tu casa y del desarraigo. También de lo importante que son ciertos amigos y ciertas personas que te van sosteniendo en ese proceso. Al final, una familia nueva, un lugar nuevo y la construcción de esa nueva casa.

¿Cómo ves ahora a esa Ilu que tenía esos sueños y esperanzas y que decidió probar suerte en Londres?

Tenía 26 años y la verdad es que tampoco creo que estuviera llena de sueños ni de esperanzas, porque yo era una Ilu que había terminado ya dos carreras universitarias, que tenía expectativas por entrar en el mundo laboral y que se había esforzado mucho por conseguir estudiar, que era algo que no habían hecho mis abuelos… y, sin embargo todo aquello, se esfumó con la crisis. Por eso no llegué con mucha ilusión, sino a ver qué pasaba porque ni yo sabía lo que hacía. Fue una especie de huida hacia adelante. Simplemente quería trabajar, poder mantenerme y, a partir de ahí, ya veríamos…

¿Qué trabajos realizaste durante aquellos años?

Cuando llegué tardé más de un mes en encontrar trabajo. El primero fue en un hotel de limpiadora de habitaciones. Luego entré a trabajar en hostelería, en una tienda de zumos que hacíamos nosotros con la licuadora… Bueno, la verdad es que creí que me iba a quedar allí poco tiempo, pero me quedé y no volví hasta ocho años después.

Dices que no sabías en ese momento qué era lo tuyo, pero supongo que intuías que estaba relacionado con el arte…

Primero estudié Bella Artes y luego Comunicación Audiovisual. Sabía quería hacer algo relacionado con el arte, pero esto es algo muy amplio. Intenté dedicarme al mundo audiovisual, al cine o a las artes escénicas, pero cuando terminé esa segunda carrera ya no había trabajo de nada. El caso es que cuando llegué a Inglaterra no sabía lo que era lo mío.

¿Y cómo descubres que ‘lo tuyo’ era el dibujo, los pinceles, la ilustración…?

En ese proceso de encontrarme muy perdida, en esa búsqueda, en ese ir buceando y dejándote llevar, hubo un momento en el que estaba un poco triste y en el que me planteé hacer algo con lo que yo me había sentido bien siempre y que había dejado de hacer, como era dibujar. Cuando llegué a Inglaterra no dibujaba nunca porque parecía que era una pérdida de tiempo cuando tenía cosas más importantes que hacer, como aprender inglés, trabajar e intentar sobrevivir. Me dije que tenía que dedicar un ratico a la semana, cada dos o tres días, a hacer algo que me hiciera sentir bien. Me puse a dibujar, pero no con la visión de ser ilustradora, sino para mí. Hasta que me di cuenta de que quizá tenía una oportunidad o al menos lo iba a intentar.

¿Cómo conseguiste que te publicasen un primer libro, que alguien descubriera tu talento?

Fue un proceso de tiempo. Empecé a preparar un portafolio, una página web, iba a mercadillos con unas pinturitas pequeñas que hacía de casitas de la ciudad, con bolsas pintadas, láminas… Era todo muy precario, porque al final casi cada vez que iba a un mercadillo me gastaba más dinero que el que ganaba y la mayoría de las cosas que vendían las compraban mis amigos. Pero, bueno, me fueron saliendo algunos encargos y llegó un proyecto de un libro con una editorial norteamericana independiente; el libro no fue muy bien pero lo vio la que es ahora mi editora de Lumen, con la que empecé a hablar de Cosas nuestras.

Londres es un personaje más

  • Una casa en la ciudad -

Una ciudad como Londres te habrá dado mucho juego a la hora de plasmar sus calles y sus rincones. ¿Cómo es tu relación afectiva con la ciudad?

La verdad es que cuando llegué me costó muchísimo adaptarme, porque es una ciudad muy exigente, que requiere mucha energía. Es bastante hostil si llegas para intentar quedarte allí de la manera que yo lo hice. Pero sí que es verdad que es una ciudad que me terminó gustando mucho, por la estética, por todas esas zonas industriales con esos ladrillos rojos, por esas casas victorianas… Es una ciudad que tiene muchos recovecos, muchas atmósferas diferentes, los museos son gratuitos… Sí que me ha dado mucho juego a la hora de dibujarla. En el libro la ciudad se convierte en un personaje más.

Han pasado cuatro años desde que regresaste y tu vida profesional ha cambiado mucho. Resulta que eres una de las ilustradoras españolas más reconocidas y que 'lo tuyo' ha dado para mucho.

La verdad es que estoy muy agradecida por el simple hecho de poder trabajar de lo mío, que es algo que se repite como un mantra desde que cumples 17o 18 años y tienes que decidir muy joven qué es lo que vas a hacer con tu futuro: trabajar de lo tuyo. Solo espero seguir pudiendo trabajar de lo mío, que tampoco es una profesión muy fácil de llevar, pero por ahora va bien.

Parte de ese reconocimiento se debe a que tiene un estilo muy personal y reconocible, único. ¿Cómo trabajas esa parte?

Al final, el estilo de un dibujante va ganando con el tiempo, cuanto más dibujas vas desechando cosas, cometiendo errores y decidiendo por dónde no quieres ir y por dónde sí. Se va delimitando el estilo personal, que yo creo que siempre está vivo. Espero haber evolucionado a otro lugar dentro de 10 o 15 años.

¿Una casa en La Ciudad, además de relatar una experiencia personal, puede servir para abrir los ojos sobre la situación de las personas migrantes, allí o aquí?

Yo creo que es un libro que puede servir a cualquier persona que se haya perdido en algún momento de su vida, cualquier persona que haya cambiado de ciudad, aunque no sea en el extranjero. En realidad, habla un poco del crecimiento personal, de buscarte a ti misma y buscar tu lugar en el mundo. Cualquier persona se puede sentir identificada. A mí me gustaría que quien leyera este libro se plantease también cómo tratamos a los inmigrantes y cómo pensamos en ellos, porque cada persona es única y puede estar viviendo su propia lucha interna.

  • Una casa en la ciudad -

 

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