La revista Murgetana, de la Real Academia Alfonso X el Sabio de Murcia, en su número 152, aparecido en diciembre de 2024, trae un interesante artículo de José Félix Santiuste de Pablos, arquitecto y ex director general de Patrimonio de la CAM, titulado El sepulcro del obispo Almeyda; un final inesperado en la restauración de la Iglesia de San Esteban de Murcia, en el que da a conocer, esperemos que para siempre, y sin volver a caer en el olvido, cuatro estatuillas de bulto redondo, de casi un metro de altura y unos centenares de kilos de peso, cada una. Proceden, con bastante seguridad de Italia, y de sus mejores canteras de mármol. Su ubicación primera fue la de figurar en cada una de las esquinas del sepulcro con tipología de cama, de nuestro obispo del Quinientos. Esos túmulos fueron ideados en la cuna del Renacimiento, casi un siglo antes.

Las efigies son las de San Agustín de Hipona, San Ambrosio de Milán, San Gregorio Magno y San Jerónimo de Estridión; es decir los Cuatro Padres de la Iglesia, todos del siglo IV. Esteban de Almeyda, portugués y capellán acompañante de la reina Isabel de Portugal, fue nombrado titular de la sede de Cartagena, en 1546, plena época renacentista en toda Europa. Junto con Mateo Lang, austriaco, fue uno de “nuestros” cardenales del Renacimiento.

No es tarea de este escrito pormenorizar las vicisitudes de estas cuatro estatuillas hasta llegar, ya en la presente segunda década del siglo XXI, a conocimiento general. Hoy, una vez pasadas por los muy exigentes controles de calidad de restauración y puesta a punto, es de esperar que sean pronto admiradas y valoradas por el público murciano y por el mero interesado en el arte. Su autor fue, muy posiblemente, Juan de Lugano, que sería pariente de Bartolomé de Lugano, intermediario de arte en Alicante. Si para estudiar el Arte Renacentista en Murcia hay que ver y gustar la Puerta de las Cadenas, la Entrada de la Sacristía o los dos primeros cuerpos de la Torre de la Catedral, amén de otras cosas, desde ahora, será imprescindible conocer estas estatuillas, pensada para guardar las esquinas del sepulcro del Obispo Almeyda, al que debemos el palacio y oratorio de San Esteban, hoy sede de la presidencia del Gobierno Autonómico.

Actualmente, el túmulo se encuentra magníficamente expuesto en la sacristía del oratorio de San Esteban, pero le falta elevarlo con una peana de mármol, y aislarlo de los visitantes, con la debida eficacia, para evitar rozamientos y tactos indebidos, acaso peligrosos para la integridad de las valiosas estatuillas. Y, eso se debe de hacer cuanto antes. Y que podamos pasar todos a contemplarlo y a gustarlo. El valor estético del resto del túmulo es con mucho, menor al de los cuatro Padres de la Iglesia, un retazo de arte renacentista italiano en Murcia.

Quiero yo pensar que el mismo Salzillo, estudiante en San Esteban, contemplaría esas maravillas que he glosado. Gracias a José Félix Santiuste, que, con su saber y su rigor metodológico, ha sacado del olvido este importante elemento de nuestro patrimonio. Sólo queda que la autoridad ahora competente, haga su trabajo, el último que resta para la perfecta gloria de las marmóreas tallas. Cuanto antes…