En el Centro de Interpretación municipal de Las Torres de Cotillas se exponen hasta el 18 de marzo dibujos del pintor Antonio Hernández Carpe (Espinardo, 28 de junio de 1923-Madrid, 29 de noviembre de 1977). Su generación entendió que, tras dos guerras mundiales (y una civil en España), había que cambiar los cánones pictóricos, adaptados a la modernidad correspondiente a al presente que les había tocado vivir. No se podía pintar ya como los Madrazo, ni siquiera como Sorolla. Y tampoco embarcarse en la huida hacia adelante, tipo el abstracto feroce de brochazo y similares, sucesores del impresionismo-expresionismo europeo.

Nuestro autor fue becado con poco más de veinte años a Italia. Y tenía muy clara su búsqueda. Y, allí, excelente lugar para buscarle caminos a la pintura, vio la luz. Se enganchó al mural, como forma preeminente de expresión de su arte. Y en la bifurcación de la pintura realista entre figurativa y abstracta, escogió -dicho queda- la primera. Se decantó por la línea clara y no quiso salir del dibujo, la materia madre de la expresión plástica, para definir y establecer su hallazgo.

En el dibujo ancló Carpe, bien en el sencillo estudio a lápiz o carboncillo, bien en sus cromáticos murales, su teoría pictórica. Los especialistas han derramado toda una serie de adjetivos para definir su arte: ingenuísmo, elementalidad, cierta herencia cubista, lirismo franciscano, linealidad figurativa… El profesor Germán Ramallo consigue esclarecer todo cuanto decimos en este párrafo, en el lúcido folleto de la exposición. Carpe caminó desde el dibujo como técnica para conseguir maestría, hasta el dibujo como término y fin de su obra, aunque en otras coordenadas, evidentemente. Carpe orna el dibujo bidimensional, lo amplia, lo dota de significado propio; lo colorea, claro está. Y consigue lo que acaso fue persiguiendo hasta Italia: una voz propia en el concierto de la pintura en España, recién pasado el siglo anterior.

La panoplia de dibujos, tamaño caballete, expuestos en Las Torres de Cotillas –luego se ampliará a otros municipios de la Comunidad Autónoma de Murcia (Pinatar, Archena, Alcantarilla, Yecla…), es muy amplia. Desde los retratos familiares de sus hijos, en los que ha sabido expresar la psicología del niño, con tan elementales y parvos trazos, hasta los perfiles de las vedute romanas o murcianas, ninguna temática es ajena a su expresión plástica. Y sus bodegones, con uno de ellos se ha confeccionado el cartel de esta itinerante exposición, obra de Vicente Martínez Gadea, son concentraciones de elementos en fuente o plato de fruta, que semejan soles de hermosura y abundancia, simplificados en una graciosa geometría que encanta, son los higos, son las grandas... Y ¿qué decir de los animales? ¿y de las barcas, del Mar Menor o Cantabria?

Hernández Carpe presenta una unidad de lenguaje pictórico y estilo inconfundible. Su obra, derramada por toda España en murales, vidrieras y frontiscipios de iglesias de nuevo cuño, pertenecientes al Plan de Colonización de los 50 del siglo pasado, llevó el arte moderno a la España vaciada, mostrando una expresión de la nueva piedad de la época.

 De ver la presente exposición de Carpe, tan personalísima y desenfadada, se sale con el buen humor puesto, así como con la seguridad de haber contemplado arte moderno del bueno. Y es que, los años no han pasado por la obra del pintor de Espinardo.

La muestra puede visitarse gratuitamente de lunes a viernes en horario de 11.00 a 13.00 horas por colegios, asociaciones y demás colectivos interesados del municipio, debiendo coger cita previa. Para el público en general estará abierta aún los días 6, 7, 13 y 14 de marzo, en horario de tarde (17.00-20.00 horas).