Cine

¿Y TÚ QUÉ MIRAS?

De dónde salen las pelis de Semana Santa

  • Ben-Hur, Fred Niblo 1925

VALÈNCIA. Pues ya tenemos nuestras pantallas llenas de túnicas, señores con faldita, lanzas y espadas. Son las películas de Semana Santa, efectivamente, una costumbre que TVE, tanto en la 1 como en la 2, mantiene cada año y que, aunque parezca extraño, tiene su público, mucho más del que suponemos. Estos días, la 1 emitirá los 211 minutazos de Ben-Hur (William Wyler, 1959), los 135 de La túnica sagrada (The Robe, Henry Koster, 1953) y los 171 de Quo Vadis (Melvyn le Roy, 1951). La 2, por su parte, nos ofrece Rey de reyes (King of Kings, Nicholas Ray, 1961), con sus 168 minutos y los 139 de Salomón y la Reina de Saba (Solomon and Sheba, King Vidor, 1959). Y si son ustedes seguidores de esas televisiones de coñac, puro y banderita española, como Toro TV o Trece, pueden quedarse a vivir en los tiempos de los primeros cristianos toda la semana, entre procesión y procesión. 

La vida de Jesús se constituyó como género cinematográfico prácticamente desde los inicios del cine. Las llamadas ‘Pasiones’ recogían en imágenes las distintas fases de su vida, a veces desde el nacimiento y otras solo sus últimos días. Hay varios films documentados en los últimos años del siglo XIX, la mayoría de ellos perdidos, excepto La vie et la passion de Jésus-Christ, realizado en 1897 o 1898 por Georges Hatot y Louis Lumière. Estas Pasiones tienen su origen en las numerosas representaciones teatrales populares de la vida de Cristo que, durante Semana Santa, se llevan a cabo, por parte de los propios ciudadanos, en muchas localidades europeas. Entre las más famosas y antiguas está la Pasión en Oberammergau (Alemania), que se celebra cada diez años desde 1634, una de las primeras recogidas por el cine, por Henry C. Vincent en 1897, una filmación hoy perdida. O las de Cervera (Lleida), documentada desde 1477, las localidades barcelonesas de Esparraguera y Olesa, desde 1538 la primera y principios del siglo XVII la segunda, o el Auto de Fisterra, cuyo origen se remonta al siglo XVI. Aquí tenemos ejemplos cercanos en Moncada, Benetússer o Alfondeguilla, aunque de origen mucho más reciente. 

  • La vida de Brian

Lo que comenzó como la filmación de una representación teatral, se convirtió en una obra hecha ex profeso para el nuevo invento del cine. Entre ellas destacan dos, por su envergadura y también porque han llegado hasta nuestros días. Una es La vie et la passion de Jésus-Christ, una superproducción de Pathé realizada por Ferdinand Zecca y Lucien Nonguet en 1903, con 32 cuadros espectacularmente pintados a mano o virados y La vie du Christ, producción de Gaumont dirigida por Alice Guy en 1906, compuesta por 25 escenas inspiradas en parte por las ilustraciones de James Tissot.  

Este cine religioso tenía una función evangelizadora clarísima en aquellos tiempos: se trataba de utilizar el nuevo medio para llegar al público católico y ofrecerle una obra devocional, claramente vinculada con las ilustraciones que han acompañado desde siempre la vida del fiel, y a una población con altas tasas de analfabetismo. En Estados Unidos, donde estas obras proliferaron, tanto en el mundo católico como en el protestante, se añadió otro componente: el lenguaje visual permitía llegar a la cada vez más numerosa población migrante.

  • Passion Zecca

No salen de la nada sus imágenes: además de estas representaciones teatrales, la historia de la pintura y la ilustración y la fotografía religiosa ofrecen todo un catálogo iconográfico probado y reconocible por el público. De ahí su estructura y composición en cuadros con poco movimiento, que tienden el estatismo y a fijarse como una estampa. Se utilizan todos los medios al alcance en aquel momento: decorados y vestuario, efectos especiales stop motion para crear apariciones y desapariciones, efectos de color mediante virados, tintes y la técnica de la pintura a mano, como la que podemos admirar en la obra de Zecca y que tan bellas imágenes ofrece.

La fotografía primero y el cine después plantearon un debate teológico de gran importancia: ¿era lícito que un humano encarnara, en el sentido más material de la expresión, a Dios? En la pintura no había carne y rostros reales, surgían del pincel y la pintura, pero en los nuevos medios no era sí. Ponerle el rostro de una persona real a Dios era considerado por muchos una blasfemia. En la segunda versión de Ben-Hur, dirigida por Fred Niblo en 1925 (hubo una primera en 1907, a cargo de Sidney Olcott) lo resolvieron no mostrando nunca a Jesús, aunque protagonizaba algunas escenas. Esta elegante versión muda estaba rodada en blanco y negro, excepto las secuencias con Cristo, filmadas en un primitivo technicolor que, a nuestros ojos actuales, luce con gran belleza. Esas secuencias estaban inspiradas por las ilustraciones bíblicas de Gustave Doré y, en ellas, la figura divina aparece como una luz tras algún personaje u objeto, o vemos solo una parte suya, los pies o las manos, nunca el rostro. 

  • Ben-Hur, Fred Niblo 1925

A este cine religioso no tardó en unirse el cine de romanos, conocido como péplum, que nació en Italia en la década de los años diez del siglo pasado, en plena consolidación de Italia como nación y unidad política. Fue una operación claramente nacionalista de recuperación, a través del nuevo medio que era el cine, del glorioso pasado de Roma. De aquellos años son las primeras versiones de La caída del imperio romano, Quo Vadis y tantas otras que, décadas después, el Hollywood que se vio obligado a luchar contra la llegada de la televisión a los hogares y el cambio de hábitos de consumo, adaptó con grandes estrellas y más grandes presupuestos para que ahora alimente nuestra televisión del siglo XXI. 

Estos días, por redes sociales había quien recordaba que, allá en los ochenta y primeros noventa, además de la vida de Jesús y las pelis de romanos, llenas de estrellas, colorines y acción, en la televisión también era posible ver grandes films de contenido religioso de Ingmar Bergman, Carl Th. Dreyer o Robert Bresson. No era extraño que se programara Ordet (Dreyer, 1955), El séptimo sello (Det sjunde inseglet, Bergman, 1957) o, la que para muchos mejor recoge el auténtico espíritu del cristianismo, El evangelio según San Mateo (Il Vangelo secondo Matteo, 1964), obra de un comunista gay y ateo, figura esencial y extraordinaria de la cultura del siglo XX, Pier Paolo Pasolini

Otras pasiones

Hay otras pasiones alternativas, como, por supuesto, La vida de Brian (Monty Python's Life of Brian, Terry Jones, 1979), irreverente, divertidísima y obra de culto que estaría bien ofrecer estos días, como contrapunto a tanta procesión y figura devocional que inunda las televisiones generalistas.  

En 1986, un film alemán colectivo y underground, Jesus Der Film, coordinado por Michael Brynntrup, se inspira en las pasiones tradicionales. Rodada en super-8, contiene 35 episodios realizados por 22 cineastas y colectivos de la Alemania del Este y del Oeste. El proceso creativo se inspira en la técnica surrealista del ‘cadáver exquisito’: el director de cada episodio no sabía lo que había sucedido en las escenas anteriores y solo disponía de la última imagen para servirle de guía y garantizar un mínimo de continuidad. Profundamente punk en su espíritu y su forma, ni que decir tiene que entra a saco a dinamitar dogmas y representaciones para subvertirlos y actualizarlos desde sensibilidades punks, feministas, queer, anarquistas o simplemente gamberras.

  • La ricotta

Y a Pasolini le debemos una de las mejores pasiones que el cine ha ofrecido. Es La ricotta, un mediometraje incluido en el film colectivo Rogopag (1963) en el que, en media hora, seguimos las peripecias de un pobre tipo que participa como extra en un gran rodaje de Hollywood en Italia sobre la vida de Cristo, y que, hambriento, intenta por todos los medios comer algo. Una pasión muy real la del extra, la del hambre y la pobreza, que sirve para desplegar humor negro, lucha de clases, explotación, anticapitalismo, la hipocresía de la iglesia, una sátira sobre el papel de los intelectuales, un ensayo en torno la puesta en escena y muchas cosas más. Puestos a practicar aquello del recogimiento y la reflexión que dicen que estas fechas demandan, no encontramos obra mejor. 

  • Jesus Der Film

 

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