MURCIA. El 11 de junio -ya camino de un mes la efeméride- debimos celebrar el primer centenario de este poeta impar, huertano y Académico, que fue Francisco Sánchez Bautista. Fue el cantor de una Huerta culta, honda y esencial, que, gracias a sus versos, pasará a la Historia, junto con cierta otra visión del mundo huertano, nada despreciable -quede claro-, pero más folclórico y nostálgico.
Paco, para todos Paco, fue un poeta autodidacta, que, lejos de tomar ese autodidactismo como galardón de fatua independencia intelectual, un modo y manera tan al uso, lo entendió como catapulta incesante para aprender más y más, y entender en sus honduras humanas al mundo y a su Historia. No en balde, la Real Academia Alfonso X el Sabio lo acogió en su elenco de miembros elegidos. Coincide, por cierto, con otro poeta murciano, que dio en las mismas coordenadas creativas de nuestro Paco: Soren Peñalver, por quien el poeta del Llano de Brujas sentía una simpatía y empatía poética ciertamente sincera. Es memorable el discurso de entrada en la institución de nuestro poeta: La Huerta de Murcia, una Arcadia perdida. Memoria de la Huerta que fue, antes de que la vorágine inmobiliaria y la polución relegara a la trágica nostalgia, un modo de vivir destinado al recuerdo como única posibilidad de existencia.
Este cronista, llevando la representación de la RAAX, se entrevistó con nuestro alcalde Ballesta, para exponerle una idea; la de que un determinado poema, un soneto, suyo, fuera colocado en una lápida en algún muro de la Casa Consistorial. O sobre algún parterre del espacio que aloja al Ayuntamiento. Es un soneto, que no tan sólo gloria a Murcia y a su clima, mencionando a la Glorieta, ubicación mencionada por el poeta sus versos; sino que, además, exalta esa medianía de clima del mes de octubre, asemejándola al carácter murciano de la bonhomía natural. Esa misma que en su versión trágica, asoma en el poema Cansera de Vicente Medina, el otro poeta de la Huerta del Segura.
Salí del despacho municipal satisfecho, aun sabiendo que las cosas de palacio van despacio; pero ya es tiempo de retomar el asunto. La ciudad de Murcia quedaría honradísima, con esos versos plasmados en lápida o hierro corten, para que todos pudieran recibir, al paso, una lección de tranquilidad, de belleza y de murcianía en el mejor sentido entendida.
Para terminar, les dejo el soneto, titulado El Otoño, transcrito en versos separados por cesuras, para no asustar al formato prensa, tan reluctante a ese renglón corto que llamamos verso:
Agradable de sol y de tibieza / llega octubre: oloroso de manzanas. / Llovizna en la ciudad: suenan campanas / en las torres de Murcia; despereza / de su letargo el río; Murcia empieza / a bullir en sus calles; las mañanas / ya refrescan; las tardes son livianas / y nos ganan al fin por su pereza. / Un café. La Glorieta. Rinconadas / donde el sol se remansa, alivia, dora / el cansancio habitual de las jomadas. / Grata Murcia de luz consoladora, / dulce clima que alivias las cansadas / horas que la existencia nos devora.
Lean a Sánchez Bautista