CARTAGENA. Júpiter está encantado con la reforma que han hecho en su casa del Barrio de la Concepción de Cartagena. Se le nota por cómo posa orgulloso en algunas de las estancias para el reportaje fotográfico. No es de extrañar, ya que el proyecto llevado a cabo por el estudio de arquitectura cartagenero meii ha transformado completamente esta vivienda, maximizando los espacios, amplificando la entrada de luz natural y creando una atmósfera muy actual, en la que las huellas del pasado imprimen una marcada personalidad al inmueble. Júpiter también se encuentra muy a gusto en esta zona de la ciudad, cada vez más valorada y demandada, siendo uno de los cinco barrios europeos donde se está aplicando el enfoque de la Nueva Bauhaus Europea (proyecto en el que participa la UPCT). Este espíritu de barrio, casi de pueblo, es lo que olfatea cuando sale de paseo y se encuentra con conocidos de la zona, como Tokio o 'la Lola'. Júpiter es un labrador negro de siete años que comparte casa con dos humanos. Se llevan estupendamente porque estos últimos tienen muy claro quién es el auténtico dueño de la casa.

La vivienda en cuestión tiene su origen en los años 60 y para su reforma los arquitectos del estudio meii han llevado a cabo una intervención mínima y precisa. Porque con esta 'Casa Cruda' -que así la han bautizado- han querido reflexionar sobre el legado de las tipologías tradicionales y anónimas -como las que se encuentran en este barrio-, y su vinculación con la arquitectura contemporánea. "Más que transformar, depura y reactiva lo existente, convirtiendo la memoria construida en el motor del proyecto", explican.

Es por todo ello que el equipo - formado Jose María Mateo, Elvira Carrión, Javier Albacete, Andrea Sanabria y Juan Antonio Abril- no ha proyectado una rehabilitación convencional. El hogar de Júpiter conserva -y esa es una de sus peculiaridades- "tanto las huellas previas como las cicatrices surgidas durante el proceso, aceptándolas como parte del relato material de la casa".

El estudio meii ha logrado, con pequeños gestos, mejorar la calidad espacial de la casa, ganando altura y volumen, llenando las estancias de luz natural y generando un único espacio amplio, libre y flexible. Así, señalan que en la casa "se distinguen claramente dos niveles: una base renovada -suelo y paramentos revestidos- y una parte superior que permanece desnuda, auténtica, intacta. Así, en un solo espacio continuo conviven lo nuevo y lo existente, lo técnico y lo artesanal, lo reparado y lo conservado; una síntesis entre pasado y presente que permite habitar el tiempo en todas sus capas".

Espacio Crudo

Para logra este espectacular resultado, los arquitectos buscaron lo que han llamado "espacio crudo", desnudando la vivienda por completo, eliminando tabiques, falsos techos y trasdosados añadidos a lo largo del tiempo con el fin de simplificar los espacios y maximizando el volumen disponible (hasta entonces oculto tras estos elementos).

Además, señalan que "esta depuración permite revelar la esencia de la construcción original: el ladrillo cocido de la medianera y las cerchas y travesaños de madera que sostienen la cubierta inclinada de teja. Lejos de mantenerlos ocultos, estos elementos quedan expuestos como parte activa del proyecto, aportando textura, carácter y memoria constructiva al nuevo espacio".

También han establecido lo que han denominado "vínculo celestial", refiriéndose a la apertura de un gran lucernario practicable en la cubierta -que salvo por esta intervención se conserva casi en su totalidad-. Explican que este hueco no solo permite el acceso a la nueva terraza exterior, sino que introduce una conexión directa con el cielo, actuando como un dispositivo que articula verticalmente la vivienda y transforma la percepción espacial del interior.

"La luz natural que entra por el lucernario inunda el volumen, lo recorre de arriba abajo y redefine la atmósfera de la vivienda a lo largo del día y de las estaciones. Más que iluminar, la luz estructura el espacio, revela texturas y activa las superficies, estableciendo una relación cambiante entre el habitar cotidiano y el ritmo natural del entorno", explican.

El corazón del proyecto

Otro de los elementos que hace única a esta vivienda es que posee un salón de 300 metros cúbicos (sí, cúbicos) para disfrute de Júpiter y sus humanos. Se trata del corazón del proyecto, un gran espacio diáfano que concentra la vida cotidiana en un solo volumen. Se organiza en dos estratos claramente diferenciados: el nivel inferior, renovado y actualizado; y el superior, conservado en su estado original como testigo del tiempo y la construcción.

"En la base, un suelo continuo de resina verde sage unifica el plano horizontal y se transforma en un zócalo cerámico de veinte centímetros de altura. A partir de esa cota, un trasdosado técnico y flotante recorre el perímetro hasta los 2,80 metros, conteniendo todas las instalaciones necesarias y preservando la limpieza visual del espacio. Este cerramiento solo se interrumpe puntualmente para dar paso a la zona más íntima de descanso", añaden desde meii.

El diseño del espacio se completa con vegetación, lámparas, mobiliario y piezas de artistas locales, que colonizan el interior y activan su escala, dotando de carácter y singularidad a cada rincón. Para ello, ha recurrido a firmas como Casil, SomosFino, Catalina Catarsis, Shiva Gupta, Pepo Devesa, Angeles Agrela, Flos, Warren & Laetitia, Kave, Faro Iluminación. Las obras han sido llevadas a cabo por Traza Construye.

Júpiter no se merece menos.