Murcia Plaza

LA LIBRERÍA

ChatGPT, Borges y las inteligencias

MURCIA. Está en boca de todos: basta un paseo, pongamos, camino de la biblioteca —un espacio luchando consigo mismo para asumir una forzosa metamorfosis—, para, a la altura de una escuela de fotografía, escuchar a dos jóvenes decir que con esto de las IA, quién le va a pagar a alguien por escribir. Uno, que dedica buenas horas al día a pensar acerca del futuro, que llega ahora tan rápido que es casi un presente largo, hace de tripas corazón, se aferra a sus conclusiones más optimistas —el repertorio tiene de todo—, y sigue caminando. A la altura de la esquina de una calle, que puede ser la calle Hospital, esquina con Rivendel —no el élfico, sino el valenciano—, otra conversación captada al vuelo: la pregunta en este caso es qué serán capaces de hacer en un par de años. Años es un plazo demasiado largo para hablar de esta tecnología, que de una forma más precisa debería llamarse machine learning, aprendizaje de las máquinas. A escala algorítmica el tiempo pasa mucho más rápido, o bien se aprovecha mucho más. Como los insectos que en un cortísimo intervalo de tiempo desarrollan todo su ciclo biológico. 

Hay que hablar de esto, porque es el siguiente paso tras el meteorito asombroso que fue internet, que nos sumergió en un plano de realidad difícil de haber imaginado incluso desde la perspectiva de la ciencia ficción, y tras sus hijas, las redes sociales, cuyo nombre es más preciso de lo que nos pareció al bautizarlas: son sociales, son un tejido de nodos y puentes, y también una trampa para cazar seres humanos. La inteligencia artificial, si hacemos uso del concepto que ya se ha impuesto, supone un cambio tan drástico en nuestra forma de gestionar la realidad, que ni tan siquiera los mejores profesionales de la videncia científica pueden anticiparlo. De los últimos grandes saltos, el más similar es internet, pero es que esto, por lo que permite —más allá de crear imágenes— en cualquier parcela de nuestra vida, por lo increíblemente rápido que evoluciona —a cada segundo, a cada interacción—, y por lo disruptivo que es, nos ha cogido por sorpresa, nos ha adelantado, y corre hacia adelante arrastrando a la humanidad, que cuelga enganchada de un estribo. No hay casi nada, seamos francos, que a largo plazo las inteligencias artificiales no vayan a poder asumir. Y en ese casi no sabemos muy bien qué quedará.

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