MURCIA. En 1992, en plena eclosión mediática de su primer álbum -Dry- un periodista de la revista NME preguntó a PJ Harvey por las resonancias políticas de su trabajo. “Me siento muy incómoda conmigo misma en estos momentos -respondió la artista británica, que por aquel entonces contaba 22 años-, porque siento que estoy dejando de lado esa parte. Esto puede ser peligroso si no hago algo pronto. Podría desarrollar un ego enorme o algo así”. Temía, y no se equivocaba, que la crisis nerviosa que le produjo la presión del éxito repentino y el escrutinio del público condujera su música hacia caminos cada vez más introspectivos. Polly Jean, que se acababa de mudar a Londres desde su Yeovil natal, en el sur rural de Inglaterra, trazó desde el principio una línea infranqueable entre su vida personal y su faceta pública. No le gustan las entrevistas, elude desentrañar el significado de sus letras y no es muy dada a exhibir las interioridades de su proceso creativo. Desde ese sano distanciamiento ha desarrollado una carrera musical sólida, brillante y sin aversión al riesgo. Básicamente, PJ Harvey hace lo que le da la gana y siempre cae de pie. Gracias a ese aislamiento buscado, su música siempre ha sido refractaria a las tendencias de la industria, pero también ha cubierto su persona bajo una bóveda de misterio.
Sin embargo, algo cambió después de la publicación de White Chalk en 2007. El viejo temor se despertó en ella; quizás era hora de salir de la crisálida y hablar de forma más meridiana sobre la realidad social y política circundante. “Pensaba que no tenía habilidades para escribir sobre este tipo de temas y hacer que funcionasen como canciones”, confesaba en 2011 a la BBC. Ese mismo año salía a la luz Let England Shake, una magnífica colección de canciones en las que comentaba la participación de Gran Bretaña en conflictos armados desde la Primera Guerra Mundial hasta la guerra de Irak y Afganistán. Ese disco, que le reportó el segundo Mercury Prize de su trayectoria, vino acompañado de una serie de doce cortometrajes grabados por el director y fotógrafo irlandés Seamus Murphy, quien firma también el largometraje documental A dog called money, estrenado mundialmente en la edición de 2019 de la Berlinale, y que llega el próximo domingo 1 de diciembre al canal Cine&Roll de Movistar + y a las plataformas de streaming Filmin y Vodafone.