MURCIA. Más de 15.000 makers (fabricantes aficionados) de toda España están creando de manera altruista material sanitario de protección que ya es utilizado en distintos hospitales. Coordinados por medio de las redes sociales y con tecnología como impresoras 3D, estos voluntarios están paliando la falta de viseras, gafas o mascarillas para afrontar la crisis del coronavirus. Aunque llevan más de una década agrupados bajo este nombre, es ahora cuando consiguen mayor visibilidad, y a ellos se han sumado también profesores universitarios.
El CEO de Immersium Studio, una spin -off de la UOC, Luis Villarejo, y miembro de la comunidad Cervemakers, explica que muchos, como es su caso, son profesionales de sectores relacionados con la tecnología, pero también existen otros perfiles. “En el colectivo hay un poco de todo: gente en edad profesional que tiene vinculación con el mundo de la informática o del diseño industrial, hay personas jubiladas que se han dedicado a estas cuestiones, o jóvenes que se interesan por el movimiento”, apunta. ¿Y qué hacen? Los makers utilizan la tecnología para diseñar y fabricar objetos, por medio de impresoras 3D o corte láser, entre otras técnicas, y también buscan compartir conocimiento en formatos de acceso libre.
Los makers están centrados en ofrecer viseras a centros sanitarios. Cervemakers, la entidad que los agrupa a algunos de ellos, nació hace menos de dos años, pero ha conseguido que en pocos días las impresoras 3D funcionen a pleno rendimiento en varios domicilios. Entre ellos, está el de Luis Villarejo, con el aparato que montó su hijo, Víctor, de once años, en un taller impartido por el colectivo. A partir de modelos de la comunidad, de manera “autónoma”, destaca su padre, el adolescente está imprimiendo viseras que ayudarán a proteger a personal sanitario. “Es una oportunidad para que él sea consciente de la situación y se sienta partícipe del movimiento solidario; que vea que con su conocimiento, desde casa y coordinándose con otros makers, puede ayudar en una emergencia global”, señala Villarejo, quien se enorgullece de que los makers sean un ejemplo de cómo la combinación de “la disponibilidad de la tecnología y la buena voluntad de las personas sin vinculación profesional” puede ayudar a afrontar esta crisis sanitaria. Los implicados en Cervemakers han elaborado más de 200 viseras en una sola semana, ya que “cada impresora tarda horas en imprimir cada visera”, detalla Villarejo. Finalmente son los ayuntamientos, por medio de las patrullas de Protección Civil, los que gestiona el traslado del material a su destino hospitalario.
La enseñanza que aporta el movimiento maker hoy en día, y que los protagonistas esperan que se reconozca en el futuro, es la de la solidaridad. “El valor de la solidaridad y de compartir conocimiento es muy identitario de este movimiento. Por definición, cuando hay alguna emergencia o tema social, el que puede colabora. No pasa ni un minuto y la gente se apunta”, resalta Villarejo.
En un estado de alarma, con los movimientos limitados, la distribución de todo el material que se está produciendo de manera dispersa por todo el territorio también es un reto. Diferentes administraciones públicas o empresas se encargan de esta tarea, pero también hay expertos trabajando en mejorar esta situación. Estos grupos están desarrollando algoritmos inteligentes para “optimizar la logística de la recogida a domicilios y el reparto en los hospitales”. En respuesta a la petición de grupos de voluntarios, y bajo el mando del catedrático Ángel A. Juan, investigador líder del grupo ICSO, los investigadores cuentan con una tecnología que permite calcular computacionalmente qué orden debería seguir la ruta de reparto para que sea lo más eficiente posible. Con solo “unos segundos de computación”, explican desde el grupo, se ofrecen soluciones “de calidad” a esta difícil tarea de recoger cientos o miles de materiales en otros muchos domicilios.
Los makers, pues, no dudaron hace ya más de una semana, al inicio del estado de alarma, en poner su conocimiento y la tecnología que poseen en talleres o en sus domicilios al servicio de la sociedad. ¿Qué hacía falta? Material sanitario. Miles de cerebros comenzaron entonces a trabajar en buscar soluciones, innovadoras pero factibles, a la carencia de viseras o respiradores en hospitales de toda España. El número de voluntarios fue creciendo día a día hasta los más de 15.000 que están integrados en redes sociales y páginas web. Desde todas las comunidades autónomas se adhieren personas que quieren ayudar y que se distribuyen en grupos, el más numeroso de los cuales es el de fabricación. En su mayor parte, son impresoras 3D las que funcionan a destajo, pero hay otras personas que trabajan sobre los diseños, en la creación, en la decisión de uso de materiales y, también, en la validación de los objetos por parte de los profesionales.
“Esta iniciativa se generó hace años porque las personas tenían el ímpetu de hacerlo todo en casa y se formaron grupos donde se ayudaban entre ellas”, resalta Sergio Morales, profesor colaborador del máster de Industria 4.0 de la UOC y ESUPT, y coordinador de iniciativas Industria 4.0 de la empresa Fluidra. Para que el ímpetu no se vea frenado por la ineficacia, la coordinación y la información son fundamentales. “Hay que hacer una advertencia: todo el mundo puede tener una impresora 3D, pero para que una pieza sea útil o que funcione bien tiene que cumplir unos requisitos”.
“Hay que ir con cuidado”, explica Morales, quien por medio de Fluidra está integrado en el movimiento 3DCovidTech, que funciona entre el Laboratorio 3D del Parc Taulí y el Hospital Universitario de Sabadell. En su caso, son los profesionales del Colegio de Médicos de Barcelona los que validan los modelos que después se imprimen en empresas (como Seat o HP) y domicilios. “Los médicos están revisando los modelos, tanto de diseño como de material, para que sean funcionales, por ejemplo, en la desinfección o esterilización”, relata el docente, quien añade que existe un “control” de qué se está fabricando y de la logística para poder llevar el material a los centros sanitarios.
“La producción es sobre todo de fungibles y es a discreción, hasta que no se necesiten más”, apunta. Cuando la crisis esté superada habrá, seguro, un reconocimiento social a estos creadores, pero los expertos creen que también puede haber un “cambio de paradigma”. Morales destaca que, hasta ahora, “la impresión 3D se ha utilizado para prototipos, antes de fabricar en masa, para validar y mejorar modelos”. La capacidad y músculo que está mostrando esta red de conocimiento en estos días puede mejorar su estatus. “Se está viendo su versatilidad en la fabricación. Ha tenido que llegar una situación como esta para decir o esto o nada. Servirá para darle valor como un medio más de producción”, explica el colaborador de la UOC.
Susanna Tesconi, profesora de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC, subraya el componente de “generosidad” de los makers. “El do it yourself es muy individualista, pero este movimiento se pasa a la lógica del do it with others y es espacio de encuentro y aprendizaje horizontal. En el ADN del movimiento maker está la colaboración, aunque sea a distancia”, defiende, y añade que el “contacto con el territorio” también es una característica propia del fenómeno. Así, los grupos, dice, “identifican necesidades” cercanas e intentan solucionarlas, sobre todo en un momento, añade, “en el que hay dificultades para movernos”. Pone como ejemplos el caso de Bilbao, donde se donaron protecciones para el personal de ambulancias, o el de Castelldefels, donde se trabaja en material sanitario. Tesconi valora la “visibilidad” que le dará al movimiento esta aportación a la crisis sanitaria, pero asegura que, como pedagoga que diseña programas educativos de este tipo, ya hay muchas experiencias en educación primaria y secundaria, así como en la universitaria, que llevan años en funcionamiento. Ahora, prevé, “se entenderá más y se verá que detrás de las máquinas, que se llevan mucha atención, hay personas. Esto es posible porque hay mucha gente que genera conocimiento y que lo comparte”.
“Ahora mismo hay un torrente de actividad maker”. Con una mezcla de orgullo y preocupación por la situación, César García, alumni de la UOC, cuenta por medio de un vídeo de YouTube cómo están siendo estos días para el colectivo. “La idea es trabajar para construir conocimiento abierto, con licencias libres, de forma que cualquier persona pueda unirse a estos grupos y aportar lo que pueda”, explica el también creador del pódcast “La Hora Maker”, que lleva muchos años impulsando este movimiento y que estos días está absolutamente desbordado por la cantidad de personas que se han puesto en contacto y trabajan con un único fin: combatir la COVID-19. Fue el primer fin de semana de confinamiento cuando se creó un grupo por medio de Telegram para dirimir qué podía hacerse para ayudar al sector sanitario.
“El primer día había veinte personas, el siguiente, cien, y el tercero había mil…”, exclama García, que define la situación en estos momentos del movimiento maker en España: “Se ha montado una comunidad muy grande de makers que tiene ganas de colaborar, de hacer algo que sea útil”. Y, aunque él es uno más y deja claro que no es portavoz ni representante porque se trata de una comunidad entre iguales, también detalla que no existe ningún ánimo de lucro y todas estas labores se desempeñan de forma voluntaria. Sin pedir nada a cambio, miles de personas ponen todo su esfuerzo y creatividad para elaborar viseras, cascos, gafas y hasta respiradores, que aún están en fase de pruebas en Asturias. “Ahora lo más importante es paliar carencias de suministros y materiales para el personal que está cara a cara con la gente. No debería haber nadie que no tenga protecciones si está con enfermos”, reclama. Las ganas de ayudar son tan grandes que ahora mismo no solo hay diseñadores y fabricantes, sino que también se impulsan proyectos de software, aplicaciones de ayuda mutua o chatbots, aun sin destino definido. “Estamos todos creando, a ver cómo se encaja todo”, admite, sonriente, García en el despacho de su casa.
Sin embargo, el movimiento maker de Madrid ha sufrido un revés estos últimos días, ya que la consejería de Salud de esta comunidad, después de haber dado el visto bueno para uno de los modelos de mascara de plástico, ha dado marcha atrás y ya no los autoriza.