CARTAGENA. El trasiego de vehículos en la Gran Vía de La Manga hace sospechar que este octubre no es un mes cualquiera. Y es que, por desgracia, este 2020 tampoco va a pasar a la historia como otro año anodino. Las terrazas tampoco ayudan a hacerse a una idea de lo que está ocurriendo, y menos aún las playas y los bañistas, en una mañana de estos primeros días de otoño en la que se observa más vida de lo que es normal en una zona de veraneo nacional por excelencia.
El regreso a casa como cada año cuando finaliza el verano no se ha producido en un numerosísimo grupo de habitantes estivales de La Manga, principalmente los propietarios madrileños de apartamentos, pisos y chalés. "Hasta que Madrid no nos deje entrar con seguridad, vamos a seguir aquí. Para llegar y meternos en casa, mejor nos quedamos en La Manga", así se expresa Francis Casas mientras disfrutamos de una mañana soleada y un delicioso desayuno en el negocio de Carmen Cánovas.
Aurora y Paco, madrileños también, añaden que "la seguridad, la tranquilidad, la limpieza" o "el excelente clima, el viento de levante que limpia de contagios y aerosoles", son motivos más que suficientes para que este año las vacaciones hayan durado muchísimo más de lo que podían esperar.
"Llevo toda mi vida viniendo a La Manga en verano, pero este año parte de mi familia decidió venirse para pasar una larga temporada y yo también hice la maleta y me vine para acá", nos explica Juani Izaguirre, madrileña y estudiante de psicología que aprovecha las ventajas de las clases telemáticas para no perder el tiempo. "La situación en Madrid se ha vuelto muy complicada. Aquí todo está muy tranquilo, la vida es mucho más llevadera, sin sobresaltos ni miedos", añade.
"Coger un transporte público en Madrid -el metro o el autobús-es un peligro y una oportunidad para contagiarte. Salimos huyendo el 22 de junio, cuando nos dieron la oportunidad y aquí seguimos", explica Julián Aragón, marido de Francis. "En La Manga es muy difícil que te contagies, vivimos una realidad diferente a la de Madrid", admite su mujer.
Gimena Bertachini, trabaja y reside en La Manga hace muchos años y nos cuenta que en el colegio de sus hijos hay niños cuyos padres se han empadronado para residir en la zona y teletrabajar. "Es algo más habitual de lo que la gente se piensa. La residencia se ha alargado para muchos, algunos dicen que tenemos hasta dos mil personas más residiendo este otoño si lo comparamos con el año pasado".
Carmen Cánovas, propietaria de la panadería Más Cosicas, asegura que en los seis años que regenta el negocio, nunca había visto tanto movimiento un mes de octubre como en éste. "Aquí están felices, no hay positivos y disfrutamos de una temperatura muy buena y de mucha tranquilidad. Al no haberse detectado apenas casos de coronvavirus son cientos las familias que prefieren esto a volver a sus casas donde residen todo el año".
José Ángel Hernández es dueño del local de hostelería Surfing, que permanece abierto los 365 días del año. En su restaurante ha podido mantener a más trabajadores de lo que es normal un mes de octubre, porque el trasiego, principalmente los fines de semana, es incesante. Dice que el mes de septiembre ha sido muy bueno y cuenta que las expectativas no le hacen ser, al menos por ahora, nada pesimista para las próximas semanas.
En Cabo de Palos la actividad turística y hostelera no cesa tampoco este día. Los restaurantes acogen a un buen ramillete de visitantes en sus terrazas y los clubes de buceo no han cerrado sus puertas. Juan Carlos Farra, gerente del centro de buceo Islas Hormigas nos explica que la afluencia de clientes es grande, sobre todo procedentes del País Vasco y Cataluña. ¿El motivo?, pues los graves problemas para viajar a otros lugares como el Mar Rojo o las Maldivas derivados de la covid-19, destinos predilectos para practicar buceo. "Septiembre y octubre están siendo fantásticos", admite Farra, quien añade que factores como la climatología, la seguridad y, sobre todo, el gran patrimonio bajo el agua que tiene Cabo de Palos con su reserva marina, no hace más que convertirse en un incentivo para que los visitantes se sientan atraídos por la tierra.
La otra cara de la moneda nos indica que cuanta más gente reside en La Manga y en Cabo de Palos, los servicios también deben ser mayores. "Los Ayuntamientos de Cartagena y San Javier se habían acostumbrado a que el 31 de agosto la gente se marchara para casa y los servicios decrecieran".
Este 2020 las demandas son mayores y los problemas crecen. Por ello, desde la Asociación Vecinal de Cultura, Deportes y Ocio de La Manga no han dejado de reivindicar sus demandas. "El Centro de Salud Costa Cálida necesita más efectivos, al menos un médico y un enfermero más los fines de semana para atender un volumen mayor de pacientes", dice Salvador Martínez, vocal portavoz del colectivo, quien añade que un Centro de Atención Primaria como éste "el único que tiene saldo positivo, ya que atiende y cobra a los extranjeros, necesita un arreglo que nunca llega".
Gimena, la presidenta de la asociación, apostilla que con más gente residiendo también es necesario un transporte público mejor regulado "si no tienes coche en La Manga, cuentas con un gran problema". Por último, reclama la vuelta del Instituto Municipal de Servicios del Litoral (IMSEL), disuelto en 2017 por ser, según la alcaldesa Ana Belén Castejón, "un organismo poco eficiente, costoso y que ocasiona un esfuerzo económico excesivo a las arcas municipales".
"Es necesario para evitar largos y costosos trámites en cosas más que sencillas en el día a día de un barrio o, en este caso, de una zona como La Manga. No entendemos porqué se disolvió cuando resolvía problemas con rapidez", añade Salvador.
La vida en la zona es tranquila, el coronavirus apenas ha tenido impacto y la incertidumbre no ha hecho acto de presencia. La gente prefiere vivir sin pensar demasiado en lo que sucederá en semanas o días. Nadie podría imaginar en el peor de sus sueños un escenario global como éste, pero si se sobrelleva en La Manga, todo parece de otro color, preferentemente del azul del mar.