CARTAGENA. Laura Moreno padece un trastorno esquizoafectivo. Toma 9 pastillas cada día y vive en una vivienda tutelada de la asociación Ápices Salud Mental Cartagena. Habla sin tapujos de su enfermedad, pero no la considera un obstáculo para sus objetivos: trabajar e independizarse. "Tengo una lucha interna muy personal para salir adelante", explica la joven, quien dice que nunca, desde que le diagnosticaron su trastorno, lo ha ocultado y menos a la hora de buscar trabajo. "Tengo un problema por el que estoy siendo tratada, pero también tengo dos manos y dos pies que me facilitan la posibilidad de trabajar, y eso es lo que quiero hacer".
Como Laura hay en España casi un millón de personas con un trastorno mental, pero solo el 15% consigue acceder a un puesto de trabajo. Todo ello a pesar de que el 70% quiere trabajar. La tasa de paro es monumental, porque los empresarios son reacios a contratar a personas con problemas de este tipo: "hay miedo, temen que hayan rebrotes", explica Pepa Hernández, directora del centro Ápices de Cartagena, donde Laura acude cada día a su centro de día y además es usuaria de la vivienda tutelada, que mantiene la asociación, junto con otras siete personas.
Se han adherido a la campaña ‘Trabajar sin Máscaras. Emplear sin barreras', en la que se busca favorecer la empleabilidad en personas con problemas de salud mental, informando al tejido empresarial sobre los beneficios que conlleva dicha acción, y está impulsado por la Confederación de Salud Mental España y financiado por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar social. "No ha de ser bueno fingir lo que no eres. Quizá el reto consista en conseguir que nos valoren por nuestras capacidades, no por nuestras limitaciones", dice el manifiesto que el comité Pro Salud Mental en Primera Persona escribió hace cuatro años con motivo del Día Internacional de la Salud Mental.
Para ello, han iniciado una ronda de contactos con empresas y asociaciones empresariales a las que pretenden concienciar de lo importante que es poder trabajar y acabar con ese tabú, que es reconocer en el ámbito laboral que se tiene algún problema de salud mental. La empresa Ilboc, más concretamente su departamento de Responsabilidad Social Corporativa), el restaurante Kakure, el centro de entrenamiento Reencuentros y, por último, la Asociación de Jóvenes Empresarios del Campo de Cartagena (AJE), han recibido la información de manos de María Núñez, trabajadora social de la asociación. "El principal problema que nos encontramos es la estigmatización de los empresarios a personas con problemas de salud mental", explica Núñez. "Hay desconocimiento, prejuicios, miedo porque tienen un concepto equivocado de la salud mental. La dura realidad es que sí que existe rechazo hacia las personas con problemas de salud mental en el ámbito empresarial", apostilla.
Apuestan por la conciliación, como elemento integrador por ambas partes y de ahí que en esta campaña le hablen a los futuros empleadores de que lo que se van a encontrar sin contratan no es ni mucho menos lo que se piensan. ·El índice de absentismo laboral es bajísimo· dice María. "Tratamos de sensibilizar al empresario y le explicamos que contratar a una persona con problemas de salud mental es aportar un valor a la empresa, además de los posibles beneficios fiscales o económicos que pueda suponer".
Este programa trata de llamar la atención para que los prejuicios se olviden, pero también pretende poner en valor la promoción del bienestar en los lugares de trabajo. La salud mental está ignorada por la empresa y es un aspecto clave en la salud general de los trabajadores. Una de cada cinco personas experimenta un problema de salud mental y este dato va en aumento. Es necesario crear un ambiente de trabajo saludable, adecuado y adaptado a las circunstancias de cada persona y cada trabajador, teniendo en cuenta las características del puesto laboral y desde el respeto a la diversidad, que es un extra para la empresa, propugnan desde Ápices.
"Necesitamos eliminar el estigma de que un trabajador con problemas de salud mental provoca baja productividad", añade Pepa Hernández. La desinformación hace que la sociedad aparte a estas personas y progresivamente pierden la autoestima, reducen su autoconfianza y eliminan las posibles iniciativas que les lleva a tratarse.
"Quiero aprender, independizarme, sacarme el carné de conducir, tener cerca a mi familia, encontrar un buen trabajo, pero, sobre todo, tener una vida normal, como la que tienen mis amigas", explica Laura, quien, apostilla, "no me ofende que me digan que estoy loca: no existe la palabra loca".