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Florencio Pla, 'La Pastora', y el castigo (del franquismo) al diferente

Florencio Pla Meseguer está considerado como el último maquis valenciano. Pasó, por ello, dos años de su vida escondido en una cueva para escapar de la Guardia Civil franquista. Pero su lucha no solo fue esta, también tuvo
que enfrentarse a lo que decían de su persona. A causa de
su malformación genital cognitiva, fue convertido en
'un monstruo sanguinario' para atemorizar a los niños. Ahora, una película de ficción decide contar su verdadera historia, a través de los recuerdos de quienes le conocieron

13/07/2024 - 

VALÈNCIA. Durante toda su vida Florencio Pla Meseguer tuvo que enfrentarse a la persona que decían los demás que era: mujer, lesbiana, sanguinaria, con instintos de hiena, llamada Teresa, aunque también conocida como la Pastora. Una persona que causaba terror por todas las muertes que provocó y quien también se convirtió en el último maquis valenciano. Una historia que estuvo escrita desde el odio y desde el desconocimiento —se ha comprobado que no cometió los crímenes que se le imputaron— y que, ahora, gracias a diferentes voces —la suya no, pues falleció en 2004— ha empezado a reescribirse. «Mi tío fue un superviviente. Una persona maltratada injustamente, a quien no se le permitió vivir en dignidad», afirma su sobrina Elena Solanas. En el libro Florencio Pla 'La Pastora': la dignitat robada (Sembra Llibres, 2023), la misma Elena narra cómo ella y su familia han tenido que batallar para conocer su verdadera historia, ya que perdieron el contacto tras la guerra. El libro, que ya va por su tercera edición y ha sido presentado en más de cuarenta ocasiones en la Comunitat Valenciana y en Cataluña, busca así desmontar la imagen que se creó de él. Pero como decíamos, son muchas más las voces que han emergido en el mundo de la cultura para contar la vida del castellonense. El último en hacerlo ha sido el cineasta Marc Ortiz con la película L'Aguait (El acecho), que se encuentra en fase de posproducción.

Una historia basada en el miedo

«Cuidado, que vendrá la Pastora y te comerá», se les decía a los niños que no querían irse a dormir pronto. Pero ¿quién era la Pastora y por qué iba a comerse a nadie? Florencio Pla Meseguer nació el 1 de febrero de 1917 en el Mas de la Pallisa en Vallibona, en la comarca de Els Ports, bajo el nombre de Teresa. Las dudas respecto a su sexo, a causa de una malformación genital cognitiva, así como la voluntad de sus padres de evitarle el servicio militar, determinaron que creciera como una mujer. No obstante, esto supuso que tuviera que adoptar una identidad de género que no compartía y de la que le fue muy difícil escapar. No solo por la época, sino por el contexto rural en el que creció y las burlas. Florencio, que se quedó sin sus padres a la edad de diecisiete años, tuvo que trabajar desde bien pequeño como pastor y jornalero, y no sería hasta su ingreso en la guerrilla en el año 1949 cuando empezó, aunque parezca mentira, a liberarse. Además de cortarse el cabello y cambiar su forma de vestir, ya lejos de su zona empezó a presentarse como hombre y cambió el nombre de Teresa por el de Florencio y el apodo de la Pastora por el de Durruti. Los maquis le aceptaron y le ayudaron a convertirse, de este modo, en quien realmente era. 

«Él representaba las esencias de la anti España: tanto por escapar de la norma (franquista) ayudando y uniéndose a la guerrilla antifranquista, como por la supuesta ambigüedad contra natura que divergía del considerado orden natural (binarismo genético) y escapaba del rol de género otorgado desde el nacimiento», explicaba el historiador Raül González Devis en el prólogo de Florencio Pla 'La Pastora': la dignitat robada

Además, aunque su nombre protagonizó muchas leyendas, Florencio fue uno más entre los aproximadamente seis mil guerrilleros que actuaron contra la Dictadura. De hecho, su unión a los maquis fue, más bien, una cuestión de vida o muerte. Francesc Gisbert, el masovero para el que trabajaba como pastora en el Mas del Cabanil, fue detenido y asesinado por la Guardia Civil por haber ayudado a los maquis del 23º sector de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA). Como se sabía que Florencio sería el siguiente, este decidió escapar y se unió a la guerrilla, aunque su participación fue efímera. Más adelante, el castellonense decidió desertar junto a otro compañero, Francisco Serrano, para formar su propia partida. Aquí participó en diferentes acciones, algunas de las cuales se saldaron con muertes, pese a que, según parece, Florencio tuvo un papel secundario, ya que solía ocuparse de la vigilancia de los asaltos. Así pues, tras un enfrentamiento en Tortosa, en 1954, que se cobró la vida de Francisco, Florencio tuvo que empezar a sobrevivir en solitario, puesto que se convirtió además en el último maquis valenciano. Fue entonces cuando pasó a ser visto como el gran 'enemigo' a combatir o, como también se le apodó, el terror del Caro o el Lobo del Maestrazgo por su capacidad de sobrevivir al hambre, al frío y al asedio policial.

Dos años pasó Florencio aislado entre la sierra de Espadella, en el término de Xert, y el barranco de Vallibona, entre el Baix Maestrat y Els Ports. Hasta que, en 1956, huyó a Andorra, donde se ganó de nuevo la vida como pastor, así como con la compraventa de tabaco. Pero, aquí tampoco encontró la paz. Un conocido le delató y fue detenido por la Guardia Civil. En una primera instancia fue condenado a pena de muerte por los veintinueve crímenes de los que se le acusaba, aunque finalmente esta pena fue conmutada por treinta años de prisión. En 1977, dos años después de la muerte de Franco, a Florencio se le concedió el indulto.

En sus últimos años de vida estuvo, eso sí, alejado de su familia. El castellonense, que no quería causar más sufrimiento, decidió alojarse en la casa de un funcionario, Mariano Vinuesa, al que había conocido en la cárcel de València. Mientras tanto, sus sobrinas aseguran que trataron de buscarlo, pero desistieron, después de que una conocida les dijera que había muerto. Florencio vivió en el municipio de Olocau hasta la fecha de su muerte, el 1 de enero de 2004.

Amigos de Florencio Pla

El nombre de la Pastora se convirtió así en un mito. Fue el monstruo por excelencia para causar miedo y no solamente entre los menores. Seguramente estos eran la excusa. Como señala el historiador González Devis: «Florencio fue víctima de la Dictadura y de la España negra, perseguido, incomprendido e injuriado. El último de los maquis valencianos era, a efectos del régimen y de la prensa amarilla, el diferente, el culpable, el odiado, el temido... Todo lo contrario de lo que fue: un discreto labrador, recordado por quienes le conocieron como una buena persona que tuvo que enfrentarse a muchas penalidades».

En este sentido, un movimiento de expertos y conocidos de Florencio llevan tiempo tratando de poner luz sobre su figura, huyendo para ello de la morbosidad y criminalización con la que siempre se había tratado a su persona. La Asociación Amigos de Florencio Pla Meseguer se encarga de investigar la historia del castellonense, pero también de la época y la tierra en la que vivió. «La historia de mi tío es como la de un puzle sin terminar», afirma Elena Solanas. 

La sobrina de Florencio recuerda el malestar que causaron a la familia publicaciones como La pastora, el maqui hermafrodita, un libro escrito por Manuel Villar Raso en 1978, que presentaba a su tío como 'un monstruo', así como las noticias que salieron en los medios de los sesenta. El seminario Por qué hablaba de la Pastora como «la cruel mujer que durante seis años sembró el crimen y el terror», al igual que también lo hicieron El Caso o Interviú. Ahora dedican sus esfuerzos a desmentir cada una de aquellas afirmaciones.

En la gran pantalla

Sin ir más lejos, el cineasta y guionista Marc Ortiz fue de esos niños que escucharon la amenaza de que vendría la Pastora si se portaba mal. Creció creyendo que en las calles de la localidad tarraconense de La Sénia había un monstruo. Sin embargo, un día charlando con su abuela, la cual había vivido en La Pobla de Benifassà,  le contó que había conocido de primera mano a la Pastora y le aseguró que nada tenía que ver con la leyenda negra que se forjó. La abuela de Ortiz era modista y había preparado varios vestidos para, por entonces, Teresa. «Pensamos que todo fue parte de un chivo expiatorio que se creó. Florencio era una persona que simplemente buscaba su identidad. No importa cuál fuera esa identidad. Pero crearon una figura negra sobre su persona», afirma el catalán.

Convencido de que Florencio era más que el asesino que siempre se dijo, el cineasta acaba de dedicar su primer largometraje de ficción a contar su historia. Un film que recoge no solo el testimonio de su abuela, sino el de muchas más personas que pudieron conocerlo, como Montxo Armendáriz, quien conversó con la Pastora para la documentación de su película sobre los maquis El silencio roto, estrenada en 2001. «Hace tiempo que tenía ganas de hacer ficción y sabía que quería indagar por aquí. He hecho toda una búsqueda a nivel oral de la figura de Florencio. Muchas personas me han contado cómo era cuando bajaba a las fiestas del pueblo y también he podido hablar con su sobrina Elena».

L'Aguait (El acecho) arranca en 1950, cuando el Partido Comunista Español envía un guerrillero a la zona de actuación del AGLA con la misión de dar caza a la Pastora, un exmaquis hermafrodita convertido en bandolero y asesino, al que la Guardia Civil utiliza para desprestigiar a la resistencia franquista. Centrada, además, en ficcionar varios episodios de su vida, serán tres los actores que interpretarán a Florencio, siendo Pablo Molinero quien se ponga en su piel durante su etapa adulta. Junto a él completan el elenco Hwidar, Jaume Madaula, Nacho Fresneda, Álex Bausá, Raquel Ferri, Isak Ferriz, Felipe Pirazán, María Maroto, Morgan Blasco, Àngel Figols, Patricia Bargalló y Álvaro Baguena

Con todo, el film ha sido rodado en muchas de las localidades por las que la Pastora pasó, como la Pobla, Forcall, Morella o L'Horta de Sant Joan. Y es que, como apunta Ortiz, «Els Ports es una parte más de la historia». Producida por Paloma Mora, de TV ON Producciones y Admirable Films, y Marc Muñoz, de Lamalanga Produccions, L'Aguait ha contado con la ayuda del Institut Valencià de Cultura y el apoyo de RTVE, ICEC, TV3 y À Punt Media.

Y del estudio de grabación a la sala de un teatro

Son, además de este, muchos los trabajos de investigación que han recuperado la memoria de Florencio Pla, como el libro que publicaba José Calvo en 2009, La Pastora, del monte al mito, o Josep Sánchez Cervelló en 2003, con Maquis: el puño que golpeó al franquismo. También, la escritora Alicia Giménez Bartlett se inspiró en su vida para escribir la novela Donde nadie te encuentre, que ganó el Premio Nadal de 2011. Pero, más allá del papel, han ido apareciendo otras formas de reivindicarlo. Florencio cuenta hasta con una canción. El grupo Ebri Knight incluyó en su disco Foc! un tema llamado La Pastora que decía así: «Al poble sóc la pastora, entre camins i carrers. Però enmig de la rosada i els boscos feréstecs sóc una ombra més. El meu nom sempre canvia entre les veus de la gent. Sóc allà on ningú em troba, sóc fort com la flama i lliure com el vent».

La compañía castellonense La Ravalera contó su vida en la obra de teatro Instruccions per a no tenir por si ve la Pastora, que fue finalista de los premios Max 2019 en las categorías de Mejor Espectáculo Revelación y Mejor Autoría Revelación. «La historia de la Pastora nos habla de Els Ports, de su gente y sus tradiciones. Nos habla de la guerra, del castigo por ser diferente y de la libertad que tal vez se puede encontrar escondido en una cueva. Hablar de la Pastora es hablar de género, pero también de la represión y el silencio que supuso la época franquista. Así como de la identidad que se construye a través del otro. Tú eres quien dicen que eres. Por eso, el miedo acaba articulando una identidad», manifiestan Núria Vizcarro y Laia Porcar

Seguramente Florencio Pla será protagonista de muchas otras creaciones. Las justas y necesarias para borrar las invenciones del pasado. «Trabajos como la película de Marc Ortiz son para mí un regalo, porque de una manera u otra ayudan a visibilizar su figura. Abren el camino para mostrar su historia de manera natural y poco agresiva. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. Puede parecer que ya se sabe todo sobre su vida, pero nos queda averiguar cómo vivió sus últimos años y cómo fue su estancia en Andorra», lamenta su sobrina Elena, quien jura: «Tengo cuarenta años, pero me quedan cuarenta más para dignificar su historia».  

* Este artículo se publicó originalmente en el número 117 (julio 2024) de la revista Plaza

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