MURCIA. Nuestra Región se encuentra enmarcada en un entorno geográfico único y por el que han desfilado infinidad de civilizaciones, las cuales nos han dejado multitud de historias, leyendas y hechos asombrosos que han pasado, mediante la tradición oral, de generación en generación. Nuestra labor es, en parte, no dejar que esas historias se pierdan, pues en algún momento de nuestra historia nos han ayudado a mantener a los niños a salvo, a no expandir una enfermedad o a evitar la desaparición de una ciudad o pueblo por la despoblación.
En este sentido las historias de monstruos venidos desde el mismísimo infierno son habituales y generan un espectro bestiario en nuestras tierras que darían para más de una serie de historias repartidas en diferentes formatos. Una de esas historias es la que os presentamos en esta semana, relacionada con los vampiros. Independientemente de que tratemos este apasionante asunto en semanas venideras, en esta ocasión nos vamos a centrar en una de esas leyendas que a principios del siglo XX corrieron como la pólvora por toda España, llegando incluso a generar diferentes versiones de la historia.
Repasemos brevemente los hechos. En la ciudad de Cartagena, en torno a los años treinta del siglo pasado-algunas versiones la sitúan en el contexto de la Primera Guerra Mundial -, llega a su puerto un misterioso ataúd; misterioso porque nadie conocía a quien pertenecía y ninguna persona se acercaba a reclamar su propiedad, llegando a estar tres meses sin que nadie lo hiciese.
Conforme pasan más y más días, nadie tenía la valentía de acercarse a ese féretro; pero un día llegaron noticias sobre él, resultando ser que el lugar de destino no era otro que A Coruña. Nadie entendía nada, pero se comienzan a realizar las labores administrativas propias para los portes.
Se encomienda esta extraña tarea a un grupo de hombres que eran los que llevarían el cortejo de una punta a otra de la Península Ibérica. Fernando Gómez, en el libro homónimo de este artículo, nos narra parte de este particular viaje en el que sabemos, por ejemplo, que se atravesó la ciudad portuaria desde el eje Puerto-Calle Mayor (haciendo parada en la antigua librería Escarabajal)-Puertas de Murcia-Plaza de España (Puertas de Madrid)-Alameda San Antón, siguiendo la antigua carretera de Madrid, intentando hacer el recorrido lo más rápido posible.
Los primeros días desde que el cortejo salió de Cartagena fueron bastante tranquilos en cuanto este tipo de noticias se refiere; pero a los veinte días aproximadamente comienzan a llegar misivas de que allá donde el cortejo fúnebre se detenía la desgracia sobrevenía en forma de muerte. Y no una muerte cualquiera pues las víctimas aparecían desmembradas y sin una sola gota de sangre en su cuerpo. Se decía también que alguien del cortejo había abierto el féretro de noche y comprobó que en su interior estaba vacío; y que también, atemorizados por las noticias que les rodeaban, lo abrió de día, viendo la figura de un hombre muerto.
Con estas pesquisas la leyenda va cogiendo forma y salta a la opinión pública, siendo modificada con el paso de los años, llegándose incluso a hablar de que este cortejo maldito se le veía pasear por ciudades que nada tenían que ver con la historia, como Santilla del Mar (Cantabria) y Bórox (Tarragona). Lo cierto y verdad es que el féretro llega a su destino y se pasa seis meses en A Coruña sin que nadie lo reclame. Eso sucederá pasados esos días desde la Región de Murcia, configurándose de nuevo un cortejo con los mismos resultados, sólo que en sentido contrario. La leyenda se pierde cuando ese ataúd llega a tierras murcianas y se dice que a día de hoy puede estar enterrado en el panteón de un noble serbio en el Cementerio de Nuestra Señora del Carmen en Alhama de Murcia o en uno de los panteones del Cementerio de Nuestra Señora de Los Remedios en Cartagena.
Centrándonos en este último el panteón que, por su iconografía, nos habla de morir en pecado, de muerto en vida es el que aparece en la imagen, en donde apreciamos pebeteros apagados sobre columnas en espiral, simbolizando lo que acabamos de mencionar. Del mismo modo aparece la figura de un murciélago en la parte central del mismo, simbolizando la muerte, las tinieblas y, por ende, el emblema del vampiro. Algunos testigos consultados hablan que en su interior hay un nicho abierto que nunca ha sido usado, pensando que el vampiro pudiera regresar en cualquier momento.
* Santi García es responsable de 'Rutas Misteriosas' y autor del libro 'Murcia, Región Sobrenatural'