Fotos: MARCIAL GUILLÉN (EFE)
MURCIA (EFE). En la Basílica-Santuario de la Vera Cruz de Caravaca todo impacta: la abigarrada ciudad de tejados marrones que se contempla desde lo alto del monte hasta el halo de espiritualidad que rodea la reliquia que se custodia en su interior. Este 2024 es Año Jubilar y las cifras que se esperan en torno a esta ciudad santa son también impactantes: un millón de peregrinos que generarán 200 millones de euros en ingresos, y la creación de 2.000 empleos directos.
Con semejantes perspectivas, no es de extrañar que el Gobierno de la Región de Murcia haya querido hacer de este evento su gran revulsivo turístico, poniéndolo en el centro de sus políticas en esa materia: el Instituto de Turismo de la Región de Murcia (ITREM) lleva un año preparando esta cita, en la que ha invertido ya 5 millones de euros en promoción, y a la que destinará 3 millones más este año.
Para su director general, Juan Francisco Martínez, el Año Jubilar es un "acontecimiento extraordinario” que tiene alcance no solo nacional, sino internacional, por lo que encaja con el objetivo de la comunidad autónoma de “atraer turistas durante todo el año” y permitiendo una evolución del producto tradicional de sol y playa a otro tipo de turismo diverso.
El objetivo es duplicar los visitantes que recibió esta ciudad, de unos 25.000 habitantes en la Comarca del Noroeste, en el anterior Año Jubilar, en 2017, pero... ¿Qué es lo que atrae a estos turistas?
Según el delegado diocesano para el Año Jubilar, el sacerdote David Martínez, las vertiginosas cifras son fruto de la fe en la Santísima y Vera Cruz que, desde hace más de 800 años, se profesa en la ciudad, donde, según la tradición cristiana, apareció de manera milagrosa en 1231 la peculiar cruz de doble brazo que sería la misma que había confeccionado en el año 1099 el primer patriarca latino de Jerusalén con madera de la cruz en la que fue crucificado Jesucristo.
Caravaca de la Cruz era entonces una zona fronteriza entre los reinos musulmán y cristiano, y la ciudad comenzó a crecer y a recibir peregrinos y órdenes religiosas en torno a la fe que se profesaba a esa reliquia.
En 1379, el papa Urbano VI dictó por primera vez una bula por la que daba tres años de indulgencias a los peregrinos que visitaran la ciudad, aunque no fue hasta 1998 cuando el papa Juan Pablo II concedió el "jubileo a perpetuidad" al municipio, que lo celebra cada 7 años.
Un Año Jubilar "es un año de gracia en el que los católicos pueden pedir perdón a Dios y obtener la indulgencia plenaria, el perdón de todos los pecados", explica el sacerdote Emilio Sánchez, rector de la Basílica de la Vera Cruz.
Esa indulgencia plenaria se diferencia del perdón a través de la confesión en que permite "poner el contador de la vida a cero, resetear el ordenador", apunta. Lo define como una "experiencia de conversión y de encontrarse con Dios" y, aunque el perfil del peregrino es amplísimo y muy variado, es precisamente ese encuentro espiritual lo que mueve a la mayoría de ellos.
Lo cuentan a EFE Elena y su marido Mariano, que ha llegado a Caravaca para "dar gracias a Dios" después de la larga enfermedad que ella ha atravesado. Vienen desde Librilla y son dos de los en torno a un centenar de personas que escuchan misa en la Basílica la mañana del viernes 26 de enero.
Después de la eucaristía, todos los peregrinos pasan por delante de la reliquia de la Cruz de Caravaca y, quienes lo desean, pueden también contemplarla un rato más en su capilla, como hacen Elena y David, visiblemente emocionados tras ese momento de recogimiento en un espacio que genera un fuerte impacto en los visitantes y peregrinos, por su iluminación tenue, su ambiente de silencio, el intenso olor a nardos y, por supuesto, la presencia de la reliquia, que se guarda en una caja con la peculiar forma de la Cruz de Caravaca, de doble brazo, hecha de oro, metal y piedras preciosas.
Con lágrimas en los ojos sale de la basílica Victoria, venezolana de ascendentes gallegos, que ha viajado hasta la Región de Murcia para vez la cruz, de la que su hermano, ya fallecido, era muy devoto: “Conozco infinidad de santuarios de países de todo el mundo, pero en este he sentido algo especial, una lo siente muy cercano”, cuenta a EFE.
La ha acompañado en su visita su amiga Clara, que reside en Águilas, y que asegura que había oído hablar de Caravaca sin animarse a recorrer los 100 kilómetros que separan ambas localidades porque no le atraía el destino, del que se marcha gratamente sorprendida.
Por casualidad visitan también el santuario la misma mañana Natalia y Armando, con su hijo Diego, de 6 años. Viven en Barcelona y estaban haciendo turismo en la Región de Murcia y, al ver publicidad sobre el Año Jubilar, decidieron acercarse a Caravaca. Armando cuenta que volverá como peregrino: ya ha hecho el camino de Santiago y calcula que, desde Barcelona, tiene una travesía similar en número de kilómetros.
Las historias son infinitas: Ester está embarazada y viene desde Albacete con su pareja para llevarse una Cruz de Caravaca que pondrá en la cuna de su hija; un numeroso grupo de adolescentes de un instituto de la propia ciudad buscan el jubileo acompañados por sus profesores; hay también un grupo de 30 trabajadores de banca que han llegado desde Murcia capital; una mujer empuja a su madre en una silla de ruedas: es su segundo intento de ver la cruz ya que la primera vez acudieron en fin de semana y la basílica estaba atestada.
En este primer mes escaso del Año Jubilar (arrancó el 7 de enero), unas 13.000 personas han visitado ya la ciudad, según las estimaciones de la Cofradía de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca, a quien oficialmente pertenece la reliquia.
Juan Fernández es el miembro de la cofradía encargado de coordinar a un grupo de 120 voluntarios: 40 de ellos participan en las celebraciones religiosas como lectores o dando apoyo al reparto de la comunión y los otros 80 se encargan de la acogida de los peregrinos en la parroquia del Salvador, donde se ubica la "Estación del Peregrino", un punto de encuentro en el que reponer fuerzas, hacer un rezo previo a la visita a la cruz y "recordar que estamos en camino".
Los voluntarios acompañan después a las personas que han pasado por la estación hasta la basílica, un recorrido corto, de unos 350 metros, pero duro, de escarpadas cuestas, hasta llegar a la cima del imponente montículo donde se alza la basílica. Y, una vez dentro, asisten en la eucaristía y ayudan a organizar la adoración de la cruz en un espacio muy pequeño con tanta afluencia que a veces recuerda a la imagen de la "cola de un aeropuerto", bromea Fernández.
Uno de los voluntarios más veteranos es Cosme Reales, a punto de cumplir 70 años, que sube casi a diario a la basílica a acompañar los peregrinos: en el anterior Año Jubilar, lo hizo 350 días y este año no espera rebajar la cifra. Pero, ¿por qué lo hace? "¿Te imaginas que tú tuvieras algo que puedes compartir y que, por mucho que lo compartas, nunca se termina, ni se gasta, ni desaparece? Pues eso pasa con el tesoro que tenemos aquí dentro, y mi único interés es compartirlo", resume.