MADRID. Robert Reich fue secretario de Trabajo en la administración Clinton, aunque en su larga carrera había sido becario de Robert Kennedy y trabajó para la administración Ford y la Carter. Ahora la televisión de pago está emitiendo un documental en el que él, en primera persona, habla de su experiencia y su preocupación por el rumbo de la política económica estadounidense. El vídeo apareció en 2012, en el festival de Sundance, de modo que ha pasado mucho tiempo para que sea vigente en 2015 como lo pudo estar en su tiempo, con el movimiento Occupy Wall Street más calentito. Pero merecen la pena muchos de los datos que aporta.
Es también un documental muy americano, en el sentido de que solo puede entenderse en clave local y aboga, de forma un tanto lacrimógena, por que los jóvenes "hagan algo" con una invitación a que sean "líderes". Un tanto chirriante para nosotros, que somos menos emotivos cotidianamente, por decirlo de algún modo.
Pero es un documental que sintetiza muy bien lo que está pasando en la economía americana, que es la que estamos tomando como modelo en Europa y el escenario hacia el que nos dirigimos, por mucho que nos creamos europeos o que por pronunciar mucho esa palabra nuestra forma de organización social será distinta.
Reich sitúa el principio de la debacle de la clase media a finales de los años 70 y sobre todo con la llegada de Reagan. Recuerda cómo el presidente ex actor de Hollywood puso todas sus energías en dinamitar una huelga de controladores aéreos. Reagan sale pronunciando unas palabra que se pasan por salva sea la parte el derecho a la huelga de los trabajadores: "Mañana el que no esté en su puesto se entenderá como que no quiere ir a trabajar y renuncia a su empleo".
Muchas empresas siguieron el ejemplo y se desató una lucha contra el sindicalismo, en un país que en los años de mayor desarrollo tuvo a un tercio de sus trabajadores sindicados. El problema era, en cualquier caso, poder ser competitivos con otros países donde a los sindicalistas directamente se les ha metido cuatro tiros o en los que ni siquiera existía esta forma de protección de los intereses de los trabajadores.
El documental explica, sin profundizar demasiado, que mientras esto sucedía, la robótica y los ordenadores se han ido convirtiendo cada vez más en los nuevos trabajadores. Entrevistan a un hombre que ha sido despedido que dice con tristeza que cuando va al supermercado nunca pasa por la caja electrónica y prefiere que hacerlo por donde hay una persona. No logrará cambiar el mundo pero al menos conseguirá que la transición sea más lenta.
Ambas circunstancias, la revolución de derechas y los cambios de paradigma, devaluaron la calidad del trabajo en Estados Unidos. Mientras que la producción crecía exponencialmente en valor, las rentas del trabajo llevan cuarenta años estancadas.
Las consecuencias de esta etapa son, según Reich, que en la clase media, para seguir consumiendo, aparte de incorporarse definitivamente la mujer al mercado de trabajo, ambos cónyuges han tenido que trabajar más horas. Como tampoco así conseguían cubrir todos los gastos, pasaron a entramparse con el crédito.
Aparece una familia haciendo cuentas para llegar a fin de mes y, entre seguro del coche, seguros médicos y demás, ven con desesperación que no llegan. ¿Cómo vamos ahorrar para prosperar con 80 dólares en el banco? Se preguntan. Lo mismo que un mormón de derechas, votante republicano, que ha visto cómo en la boyante planta de energía geotérmica en la que trabaja están despidiendo a cada vez más trabajadores y bajándoles el sueldo. El motivo es sencillo, aumentar el margen de beneficio a costa del trabajador. Reich se dirige al sindicato de estos trabajadores y mantiene un diálogo con uno de ellos. La mayor resistencia a las protestas y los cambios resulta que viene de él. Le parece justo que la gente con más estudios que él se haga rica. "Yo haría lo mismo si fuese más inteligente y hubiese estudiado", proclama. Le tienen que explicar que así no va la cosa.
Reich habla de un círculo virtuoso, en el que el salario del trabajador sirve para que haya más consumo, más actividad económica, las empresas tengan más beneficios y paguen más impuestos, que luego repercutan en más y mejor educación, lo que lleva a las fábricas trabajadores más formados. Cuenta que así fue Estados Unidos durante la guerra fría, el país con los trabajadores mejor formados del mundo donde surgió la clase media más amplia de toda la Historia.
Como ejemplo, Reich habla del iPhone. Se monta en China, allí están las fábricas, pero de los beneficios de la venta de cada teléfono, los que se llevan la tajada más grande son los japoneses y los alemanes, que están fabricando los componentes que requieren mayor especialización de la fábrica y los trabajadores. Ni siquiera Estados Unidos, de donde es Apple, está entre los que más pillan.
En sentido contrario, habla de un círculo vicioso. Cuanto menos sueldos, menos consumo, menos economía, menos impuestos y así llegan los recortes que suponen que la rueda vuelva a girar, pero en aún peores condiciones. En esa situación de hundimiento de la clase media, además, advierte de que el enfado y la frustración generan ganas de culpar a algo y no siempre tiene por qué ser el sistema, sino que a muchos les da por señalar, por ejemplo, a los musulmanes.
Son todo relaciones elementales que están muy difundidas en estos últimos años de crisis mundial y lo que no vale del documental es que habla solo por Estados Unidos y sus trabajadores, es decir, de los del primer mundo, que ya no pueden decir que son la parte más baja de la pirámide cuando pueden comprar ropa barata, por citar un producto, elaborada en condiciones de semiesclavitud en otras latitudes.
Reich cuenta que abandonó la administración Clinton cuando éste fue reelegido porque se sentía frustrado. Creía que los cambios que quería llevar para mejorar a la clase media de su país no estaban surtiendo efecto. Y manifiesta su disconformidad con un fenómeno que también es muy español: en proporción, los millonarios, pagan menos impuestos que los trabajadores de menor nivel. Con Eisenhower, que no era muy sospechosos de socialismo, cita, el tipo más alto era del 91%. Después nunca bajaron del 70%, pero desde la era Reagan, los impuestos a las grandes fortunas andan por el 35%. Precisamente cuando los beneficios empresariales son más altos que en toda la historia.
En algunos casos, como se tributan ingresos por beneficios del capital, lo que pagan es del 15%. Un trabajador medio americano, explica, mínimo se deja un 30% en impuestos. Cuando esto se quiso cambiar con el gobierno de Clinton, los empresrios se sacaron de la manga las stock options para eludir la ley. Y en este país, al hecho de que muchos tengan que trabajar solo para subsistir, yendo apretados y con deudas, hay que sumar que hay casos, como el del citado trabajador de la planta geotérmica, que tiene a dos hijos sin seguro médico porque sencillamente no le llega. Un documental con un mensaje claro para los europeos: a eso vamos.