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Las burbujas que revolucionaron Valencia

La historia de la Coca-Cola en Valencia empieza gracias a la unión de las familias Gómez-Trénor, Comenge, Usó, Serratosa y Manglano, entre otras, que decidieron apostar por aquella bebida que comenzaba a triunfar en Estados Unidos. Con ese afán de popularizarla, se inauguró, en 1954, el segundo embotellador del país y, tres años más tarde, en 1959, comenzaba a funcionar la fábrica de Quart de Poblet. Han pasado sesenta y cinco años y, hoy en día, la planta de Valencia es de las más importantes de España, y su apuesta por la innovación la ha llevado a ser elegida como Mejor Planta de Europa entre los setenta y nueve centros de Coca-Cola Europacific Partners

17/10/2024 - 

VALÈNCIA.  Quién construyó Stonehenge o qué función tuvieron las líneas de Nazca son algunos de los grandes enigmas de la humanidad, al igual que la fórmula  secreta de la Coca-Cola, esa que la convierte en única y en fuente de felicidad cada vez que se abre una lata, se desenrosca un tapón o se quita una chapa. Una leyenda que la compañía alimenta, y afirma que la receta, denominada Merchandise 7X, se guarda con recelo en una caja fuerte ubicada en la sede de Atlanta (Estados Unidos), cuya combinación exacta solo la conocen dos personas, que nunca viajan juntas ni frecuentan los mismos lugares. Incluso el origen de la misma se ha puesto en entredicho y se ha situado en la Comunitat Valenciana, concretamente en la localidad de Aielo de Malferit en 1880, donde tres amigos crearon un jarabe similar y al que llamaron La Nuez de Cola Coca. Historias que están ahí, pero lo cierto es que el sabor que caracteriza a Coca-Cola salió del laboratorio de John S. Pemberton en 1886. Como los grandes inventos o las mejores ideas, surgió por casualidad: el químico buscaba un jarabe para aliviar las jaquecas, curar las afecciones nerviosas y facilitar la digestión. Esos eran los beneficios que prometía Coca-Cola cuando se empezó a comercializar al precio de cinco centavos; lo que no podría imaginar es que su jarabe iba a convertirse en la bebida más famosa del mundo. Tampoco que Coca-Cola sería la segunda palabra más reconocida del mundo tras OK. 

En España hubo que esperar un tiempo para poder disfrutar de esa bebida que se anunciaba como «¡Deliciosa! ¡Refrescante! ¡Estimulante! ¡Tonificante!» y que en Estados Unidos ya llevaba un tiempo comercializándose. La primera incursión fue en 1926, por medio de importaciones y en un contexto económico y político complicado, así que realmente, la historia de la marca en nuestro país arranca el 31 de marzo de 1953, día en el que sale la primera botella de Coca-Cola fabricada en la planta de Barcelona. Lo hacía siguiendo las bases del modelo de negocio de la firma en todo el mundo: Coca-Cola suministra el concentrado y el embotellador elabora la bebida, la distribuye y la comercializa.

La chispa acababa de encenderse en España y a Barcelona le seguiría València. La escasa popularidad de la bebida por aquellos años hacía que fuera una apuesta arriesgada, pero las familias Gómez-Trénor, Comenge, Usó, Serratosa y Manglano, entre otras, prefirieron correr ese riesgo y se unieron para formar la Compañía Levantina de Bebidas Gaseosas (Colebega). Gracias a esas familias valencianas, algunas de ellas todavía implicadas en el gobierno de Coca-Cola Europacific Partners, el 29 de enero de 1954 se inauguró el segundo embotellador de España. Lo hacía en el barrio de El Cabanyal —estaba ubicado en la calle Padre Porta—, de donde procedía gran parte de los empleados de la fábrica. En total, treinta y tres personas que escribían las primeras líneas de la historia de la bebida en la ciudad y que, en muchos casos, seguirían sus descendientes.

El refresco era un gran desconocido, así que para hacerlo popular aparecieron las primeras campañas publicitarias bajo el eslogan Coca-Cola, deliciosa y refrescante y, con cada nueva apertura, se realizaban degustaciones. Así se hizo en València y, aun así, en la primera semana de producción solo se vendieron 62 cajas de botella normal retornable, a un precio de 42 pesetas por caja. «El éxito que tiene Coca-Cola en España se debe a quienes abrieron el camino», comenta Paco Obiol, trabajador de la planta. Una de esas personas relevantes para que el refresco americano llegara a València es Juan Luis Gómez-Trénor Fos, quien además fue clave en el desarrollo de la marca en España. «Los Gómez-Trénor eran una saga familiar emprendedora, que ya había destacado en distintos proyectos empresariales en el ámbito de la ciudad. Juan Luis se convirtió muy pronto en el presidente de Colebega, que manejó con mano firme hasta su muerte en 2017, a la edad de noventa años», detalla la familia.

Corría el final de los cincuenta y el rojo de Coca-Cola cada vez se veía en más establecimientos, aunque todavía faltaba mucho trabajo por hacer. «Era un producto que, por aquel entonces, nadie conocía, así que eran los propios trabajadores quienes hacían de embajadores», comenta Cristina Lluch, responsable de infraestructuras de la planta. Así, los denominados ‘hombres de Coca-Cola’ consiguieron, con esfuerzo y dedicación, hacer de ella un producto con reconocimiento en toda la geografía española. Llegaban gracias a los camiones de color amarillo y rojo, con las llantas y guardabarros negros, que recorrían las carreteras para ofrecer esta bebida gaseosa de color negro. «A veces estaban días en el camino y solo vendían seis cajas, o incluso regresaban con más de las que habían salido por las devoluciones», cuentan los descendientes de aquellos ‘hombres de Coca-Cola’, que iban vestidos con camisa blanca a rayas verdes y pantalones verdes. 

Coca-Cola se traslada a Quart de Poblet

Aquel esfuerzo recogió sus frutos también en València, pero encontró un revés: la riada de 1957. El desbordamiento del río Turia inundó la fábrica, obligando a parar la producción durante una semana para eliminar el barro y dejarla de nuevo en condiciones. Era el final de una etapa. 

En 1959 se inaugura la actual planta de Quart de Poblet, situada en la salida de la carretera Nacional III. Por aquel entonces, la televisión contaba la vida en blanco y negro, y el color rojo de Coca-Cola iba asentándose en la sociedad, gracias al trabajo de todas las personas que formaban parte de Colebega. Además, al poco, se incorporaron nuevos productos a la fábrica: Fanta naranja (1961) y Fanta limón (1962).  

En 1959 se inaugura la actual planta de Quart de Poblet, situada en la salida de la carretera Nacional III. Por aquel entonces, la televisión contaba la vida en blanco y negro, y el color rojo de Coca-Cola iba asentándose en la sociedad, gracias al trabajo de todas las personas que formaban parte de Colebega. Además, al poco, se incorporaron nuevos productos a la fábrica: Fanta naranja (1961) y Fanta limón (1962).  

Fueron años en los que artistas de la época, como Carmen Sevilla o Marisol, pusieron su imagen para promover esta bebida refrescante —Coca-Cola doble y familiar— e hicieron que, poco a poco, la bebida se incluyera en la cesta de la compra de las familias. Lo hizo con su eslogan La chispa de la vida, con el que logró conectar con una sociedad que experimentaba profundos cambios sociales y económicos y que encontró en la Coca-Cola un símbolo de modernidad y frescura. «Beber Coca-Cola era algo especial», comenta Alfredo Poblet, gestor de punto de venta de la planta. Sus recuerdos y los de sus compañeros van a todo tipo de celebraciones y reuniones, pero también a las promociones que lanzaba la marca y que incluían gran variedad de merchandising (neveras portátiles, toallas, camisetas...).

Durante todos estos años, el material utilizado había sido el vidrio, y la fisonomía de la botella era ya un icono. Un diseño que data de 1915, cuando la compañía convocó un concurso para unificar los envases y evitar imitaciones. La botella Contour fue la ganadora: tenía una forma única, era fácil de agarrar y el logo de Coca‑Cola estaba integrado en el propio envase con un sobrerrelieve del vidrio. Una sinuosidad del diseño que, durante mucho tiempo, se asoció a la contorneada silueta de la actriz Mae West, aunque realmente se basó en la aflautada forma de la nuez de cola. Era un símbolo, pero, en la década de los setenta, The Coca‑Cola Company revoluciona el mercado e introduce por primera vez la botella de dos litros de tereftalato de polietileno (PET), inaugurando así el uso de este tipo de envases.

Por aquellos años, la firma ya contaba con seis plantas embotelladoras en España y nuevas generaciones se incorporaban a la fábrica de Valencia. «Coca-Cola siempre ha sido una gran familia y, aunque somos más de trescientos trabajadores, seguimos siéndolo», comentan empleados de la planta de Quart de Poblet. Y como aquellos pioneros, fueron adaptándose a los nuevos retos y poniendo los cimientos para convertirla en un referente —en 2022 fue elegida como Mejor Planta de Europa entre los setenta y nueve centros de Coca-Cola Europacific Partners—. En esa evolución tienen mucho que ver las inversiones realizadas por la compañía para mejorar su proceso productivo, así como para hacer las instalaciones más sostenibles y eficientes. «Gracias a nuestra apuesta por la mejora tecnológica, nuestra planta realiza todas sus operaciones de forma totalmente automatizada. Esta automatización no solo nos hace más flexibles y competitivos, sino que también proporciona a nuestros empleados las herramientas necesarias para realizar su trabajo de manera más eficaz y segura», explica Juan Carballal, responsable de la planta de Coca-Cola Europacific Partners.

También en estas décadas la firma consolida su vínculo con el deporte. Un apoyo que se basa en la creencia de Coca-Cola de que el deporte tiene el poder de unir a las personas, promover estilos de vida saludables y crear momentos de alegría compartida. Un vínculo que en España cristaliza con el Mundial de Fútbol de 1982, con ese anuncio de Diego Armando Maradona, entonces jugador del FC Barcelona, promocionando la bebida. La marca había logrado penetrar en la sociedad y asociarse con la palabra felicidad. 

En línea con sus esfuerzos para contribuir a la adopción de hábitos más saludables y la demanda de bebidas con menos azúcar por parte de los consumidores, la marca lanza en 1984 Coca-Cola Light, e inicia esa tendencia de productos sin o bajos en calorías, en la que Coca-Cola Zero, que sale al mercado en 2005, cuenta con una gran aceptación: «Hoy es una de las líneas más importantes de Valencia», explican. Sin olvidar Aquarius, «una bebida complementaria para deportistas», que en España llega coincidiendo con las olimpiadas de Barcelona 92. 

Tal es el éxito de la marca y de la planta de Valencia que, en la actualidad, tiene una producción anual de 110 millones de cajas, equivalentes a 580 millones de litros, y ofrece 25 sabores en 27 formatos diferentes, todo ello sin ampliar el tamaño original de la planta. No solo eso, en los últimos años, ha duplicado la capacidad de las líneas de producción y el volumen de fabricación sin aumentar la planta —tiene capacidad para envasar tres millones de litros de bebida al día—. «Desde nuestros inicios, en 1959, hemos estado profundamente comprometidos a generar un impacto positivo en la comunidad local, de la que somos parte activa a nivel social y económico, y el esfuerzo y experiencia han sido pilares fundamentales que caracterizan nuestros inicios y nos han llevado hasta donde estamos actualmente», comenta Juan Carballal, responsable de la planta de Coca-Cola Europacific Partners. En cifras, en 2022 se generó un impacto económico de 724 millones de euros, lo que supone un 0,6% del PIB de la Comunitat y crea más de 11.700 empleos directos e indirectos a lo largo de su cadena de valor.

A la vanguardia

Una fábrica que produce alrededor del 22% de los productos de la compañía que se consumen en España. Las cintas trabajan a gran velocidad, con envases que circulan por distintas líneas hasta que terminan en el punto en el que son recogidos por carretillas. Un proceso totalmente automatizado, desde las líneas de producción hasta el reparto. Un trajín que hace que, cada día, unos 150 camiones transporten el producto final desde la fábrica hasta el almacén, ubicado en Picassent y también automatizado. 

Desde su fundación, la compañía ha pasado de vender nueve coca-colas diarias a más de 1.300 millones en más de doscientos países. Un aumento de la producción y del consumo que genera un impacto en el planeta del que la compañía siempre ha tomado conciencia, ya sea por medio de acciones de sensibilización a los consumidores o transformando sus propios procesos para reducir su huella. Lo hacen cuidando un bien escaso: el agua. Por ello, todas las plantas cuentan con planes de protección de las fuentes de agua y se ha marcado como meta reducir en un 20%, en 2025, la cantidad que se emplea en la fabricación de las bebidas —la ratio de consumo de agua en fabricación se situó en 2023 en 1,77 litros por litro de bebida producida—. Una conciencia que se extiende a todo el territorio español, pues Coca-Cola Europacific Partners ha impulsado proyectos de reabastecimiento de agua y recuperación de cuencas hidrográficas y humedales que, en 2023, devolvieron 4,9 millones de m³ de agua a la naturaleza.

Asimismo, Coca-Cola Europacific Partners ha instalado en la planta de Valencia la tecnología Can Collar, que permite sustituir las anillas de plástico de los productos por sujeciones de cartón 100% certificado sostenible. Además, en materia de reducción de emisiones, Valencia es la primera planta de España donde se ha empezado a implantar una flota de camiones 100% eléctricos. «Tenemos objetivos ambiciosos en reducción de emisiones y en la gestión eficiente de los residuos. Estamos firmemente comprometidos a alcanzar las cero emisiones netas en toda la cadena de valor en 2040, reducir las emisiones un 30% para 2030 y utilizar electricidad 100% renovable en todos los mercados en 2030», detalla Juan Carballal. 

Objetivos que se unen a impulsar la economía circular, en la que «el 100% de los envases se recojan y se reutilicen o reciclen; alcanzar el 100% de envases reciclables o reutilizables en 2025, producir envases con al menos un 50% de plástico reciclado (rPET) y recoger y reciclar un envase por cada uno puesto en el mercado en 2025». Un camino que ya se está recorriendo, pues «hemos conseguido que el 100% de las botellas de refresco de PET de 500 ml sean de rPET, y el resto de los formatos del porfolio contengan al menos un 50% de rPET».

Un futuro que se proyecta con la misma ilusión que hace setenta años, cuando se ponía la primera piedra de la actual fábrica. Los tiempos han cambiado, hay más coches, València ya no está atravesada por un río y Coca-Cola ya no es aquella bebida desconocida que necesitaba ser presentada. Lo que no ha cambiado son los calificativos que rodean a una Coca-Cola: alegría, amistad, diversión, refrescante. En definitiva, la chispa de la vida

* Este artículo se publicó originalmente en el número 120 (octubre 2024) de la revista Plaza

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