Fotos: BIMI
MURCIA. Nuevos aires soplan por la huerta murciana. Aunque aún muy lejos de compararse siquiera con la implantación de otros productos más tradicionales como la lechuga o el pimiento, una nueva verdura ya ha comenzado a encontrar un hueco que cada vez resulta mayor. Se trata del Bimi, un vegetal similar al brócoli en aspecto y sabor que ya genera empleo para más de 2.000 familias de la Región.
De hecho, la Comunidad murciana es líder en producción y exportación de Bimi en Europa. En específico, destaca el papel de la cooperativa agraria Sacoje de Murcia y la empresa Deilor, que tiene sus campos en Totana y Lorca. En España son seis los productores de este nuevo vegetal que gestionan 850 hectáreas destinadas a la exportación y otras 70 para consumo nacional.
Dada la importancia de la Región de Murcia en el Bimi, la compañía encargada de su producción y distribución en España, Sakata Seed Ibérica, organizó el pasado jueves una jornada informativa para presentar el proceso de cultivo de esta verdura. Se trata de un cultivo que cuenta con una considerable mano de obra para su producción, cosecha y empaquetado, pues debe recolectarse tallo a tallo, de forma artesanal.
Para los agricultores este vegetal representa un tipo de producción rentable, pues "Bimi se trabaja fundamentalmente bajo demanda, lo que contribuye a que cuente con un precio estable en cada campaña, aportando tranquilidad al productor", explica Alberto Alapont, Food Chain Manager de esta verdura en el sur de Europa.
Ahora bien, ¿qué es el Bimi? Se trata de un híbrido natural entre el brócoli y la col china (Kai-Lan), aunque su sabor también recuerda al de los espárragos. Toda la planta es comestible, desde el tallo hasta el florete, y destaca especialmente por sus propiedades nutricionales, con alto contenido en vitamina C y fibra.
"Hemos detectado que el consumidor de Bimi es fiel, cada vez son más los que lo han introducido en su cesta de la compra. Lo que empezó siendo una verdura gourmet se ha democratizado entre el consumidor español", concluye Alapont.