CARTAGENA. Lleva toda la vida dedicada a la danza en cuerpo y alma. La cartagenera Almudena Roca recibía el pasado 22 de febrero el premio Kairós en la categoría de reparto flamenco, que la reconoce como una de las mejores bailaoras de la Región. No es nada sencillo triunfar en un mundo tan competitivo como el arte, tan entregado como la danza, saliendo desde una ciudad como Cartagena o una comunidad como la Región, alejada de los grandes focos culturales como Madrid o la cuna flamenca de Andalucía. Desde pequeña tuvo claro que su vida iba a ser la danza y sigue viviendo su sueño, ahora ya como profesional.
Desde el año 2019 forma parte de la Compañía de María Pagés, donde ha representado los siguientes espectáculos: 'De Sheherazade', 'Yo Carmen', 'Una Oda al Tiempo', 'Siete golpes y un camino', 'Memoria del clavel'. También forma parte del elenco de 'Carmen el Musical' de la Compañía de Oscar de Manuel, proyecto coreografiado por Jesús Carmona, espectáculo con el que actuaron en un templo del arte español como el Teatro Real de Madrid; así como de la Compañía de Marco Flores para el proyecto audiovisual 'Un cuerpo es' producido por La Costa Produce.
Actúa como bailarina solista con el pianista Jose Manuel Cuenca, el barítono Luis Santana, el guitarrista Javier García Moreno, y los actores: Emilio Gutiérrez Caba y María Galiana con los diferentes espectáculos: 'Sentimiento Andaluz', 'Fuego en la Sangre', 'Pasión Andaluza', 'Homenaje a Federico García Lorca', 'Zarzuelíssima', entre otros. También actúa como bailarina solista con el guitarrista flamenco Carlos Piñana. A su vez sigue desarrollando su labor docente en diferentes escuelas privadas de danza de Madrid y también en el Centro Coreográfico de María Pagés de Fuenlabrada. En su trayectoria destaca como Solista de la Compañía de Flamenco y Danza José Antonio Ruiz; Compañía Antonio Márquez; Compañía De Sangre y Raza; Compañía Lírica de Zarzuela! Spanish Musical bajo la dirección de Carlos Vilá n; Compañía Clara Ramona & Co, bajo la dirección de Nino e Isaac de los Reyes; Ballet Flamenco del Cante de Las Minas de La Unión, bajo la dirección artística de Javier Latorre, Ángel Manarre, Ángel Rojas y Carlos Rodríguez; Ballet Español de Murcia bajo la dirección de Carmen y Matilde Rubio.
Premio Kairós en la categoría de reparto flamenco. ¿Te lo esperabas?
Fue una noche muy emotiva y me siento muy afortunada de recibir el premio. Más que un premio es un reconocimiento al esfuerzo, al trabajo y a la constancia de tantísimos años en una profesión tan dura como esta. Fue muy bonito. Me lo podía esperar en el sentido de que si estoy nominada, ¿por qué no me lo voy a poder llevar? Por otro lado, con los pedazos de compañeros que tenía nominados…Las inseguridades estaban. Fue una sorpresa y un shock. Recuerdo salir al escenario, con unas palabras que me había preparado en el tren de camino a Murcia y fue todo muy autómata. No fui realmente consciente. Al día siguiente, cuando me levanté y me fui de viaje otra vez fue cuando me percaté de todo lo que había pasado. En el momento no me di ni cuenta.
Al día siguiente tenías que volver a Valladolid a dar clase, al siguiente bailabas en Jaén…
Literalmente. Este curso estoy dando clase de danza española y flamenco en el Conservatorio de Danza de Valladolid. El jueves (día de la gala) me pedí el día de asuntos propios, fui a Murcia…Una paliza. Estaba muy cansada. El viernes por la mañana volví a Valladolid y el sábado fui a Baeza donde actué en un homenaje a Federico García Lorca. Un espectáculo muy bonito.
Decías que el premio era un reconocimiento a tu trayectoria. ¿Cuánto tiempo llevas? ¿Veías difícil vivir de esto saliendo desde Cartagena?
Empiezo a bailar a los 3 años en la academia de Carmen Baños. Fue mi primera maestra y a la que agradezco todo. Puso en mí una semilla, creó esa inquietud por bailar y me abrió un mundo increíble. Fue ella la que animó a mis padres para inscribirme en el Conservatorio de Danza de Murcia, porque en Cartagena no hay. Desde aquí hago un llamamiento a ver si en un futuro existiera uno. En Cartagena ya sabes que el camino a Murcia cuesta mucho. Cuando en Madrid, en un día normal, tienes que hacer en metro 40 minutos, o en cercanías. En ese momento solo me gustaba y quería ir. Tuve la suerte de que mis padres siempre me han apoyado a ciegas. Sin conocer este mundo, sin tener ningún referente…Sin nada. Mi madre me llevaba todas las tardes y se pasaba allí toda la tarde y a las 21.30h, cuando terminaba, volvíamos a Cartagena.
Al volver tenía que estudiar como cualquiera. Además, yo perdía clase. Iba a Carmelitas, que tenía entonces horario de tarde, y perdía dos horas. Pero me lo saqué todo muy bien, tengo que decirlo. En los últimos años del conservatorio, las enseñanzas artísticas eran por la mañana y había un instituto específico vespertino para nosotros, entonces me pasaba todo el día en Murcia y solo volvía a Cartagena para dormir, ahí ya tenía claro que quería ser bailarina. Tenía claro que quería bailar. Lo tenía claro desde la ignorancia, porque no sabía realmente lo que era la vida profesional. Lo veía un poco desde la utopía. Quiero ser bailarina, estar en una compañía y girar por el mundo, pero sin saber muy bien lo que suponía. No sabía la dificultad. Hasta los 17 yo llevaba mucho sacrificio, aunque quedaba más aún.
Decido entonces irme a Madrid. Lo tenía claro porque, en Cartagena, no te puedes realizar profesionalmente. Es una pena, pero es así. Madrid era donde tenía que estar si realmente quería abrirme camino, seguir aprendiendo y en un futuro trabajar en la danza. Entonces empecé en el Conservatorio de Danza, en el que me becaron gracias a un concurso que gano en Murcia. De ese conservatorio salen bailarines de todo el mundo, es muy puntero.
En Madrid se me abrió todo. Vi que no solo era el trabajo duro que llevaba sino todo lo que me quedaba. Podía ser muy buena en Cartagena, pero en Madrid había gente que me daba mil vueltas. Ahí llega el golpe de realidad y te das cuenta que tienes que trabajar el triple si quería meter la cabeza y darme a conocer. Con esfuerzo empecé a trabajar en una compañía, siempre estudiando a la vez, formándome…Porque considero que el artista, en mi caso, no es solo bailar. Un artista tiene que saber expresarse, pensar y muchas más cosas que moverse. Un año me fui a Sevilla con José Antonio, ex director del Ballet Nacional de España, que fue todo un sueño cumplido.
Luego vuelvo a Madrid y es cuando entro en la compañía de María Pagés, en la que llevo cuatro años y medio. Con ella he recorrido los mejores festivales con una calidad artística, un cuidado y una disciplina en los ensayos, en cuidar los detalles, enorme. Siempre he tenido la espinita de querer ser profesora. En agosto pasado salió la oposición en Castilla y León, aprobé y estoy en Valladolid muy contenta, aprendiendo mucho y además con la facilidad que me dan para seguir bailando a la vez que sigo viviendo esta experiencia docente.
¿Hasta que punto has sacrificado tu vida por la danza?
No he tenido tiempo libre de adolescente digamos. No he ido a cumpleaños de amigos ni he celebrado cumpleaños, ni iba a fiestas…Nada. Siendo muy pequeña eso no existía. Aunque nunca me ha pesado. A mí me daba felicidad poder ir al conservatorio. Yo estaba todas las tardes metidas en un aula de ensayo. Eso me daba la vida y me la sigue dando. Ahora lo veo yo siendo docente que, esta semana tenemos los exámenes de la segunda evaluación. Veo a mis alumnos que me dicen: "Quiero venir al examen pero es que tengo excursión…". Esta ese debate de que hacer. Yo nunca tuve la duda. Bailar era lo que quería hacer. No sé por qué lo tenía tan claro, siendo tan pequeña. Mis padres me decían: "Si en algún momento no eres feliz, o vas muy agobiada y quieres dejarlo…Dínoslo. Esto es una ganancia, no una pérdida".
La danza me ha cambiado la vida y me hace ver la vida de forma diferente. La danza y el arte. Me hace ser una persona disciplinada, responsable, constante…Valores que hoy en día, nuestra generación, no tiene tanto. El sentimiento de lucha, de currártelo, de trabajar y empeñarte en algo mucha gente quizá no lo conoce. Es algo que valoro en mí y que me ha aportado la danza. Aprendes a trabajar en grupo, saber mejorar contigo mismo. Es algo maravilloso que te puede aportar un deporte de alto nivel o una disciplina artística. Una persona común, por decirlo de alguna manera, no lo conoce. Mis amigos de Cartagena no son como yo, o mi propia familia. Pensamos diferente. Toda esa trayectoria, todo ese trabajo, no solo físico, sino mental, porque es una carrera de fondo. Tienes que aguantar muchas cosas y ser muy constante. Eso no lo ve todo el mundo.
Un artista está sometido permanentemente a un juicio público, que además es subjetivo. ¿Cómo gestionas todo eso? Tu trayectoria te da bagaje y seguridad, aunque debe ser difícil.
Totalmente. Sigo estando sometida a ese juicio. El artista vive en una inestabilidad constante. No tenemos un contrato fijo ni estable. Vivimos de oportunidades. Tenemos que convivir con el ‘No’ de forma constante. Una persona, de varias entrevistas de trabajo, terminas encontrando, pero en el arte es todo subjetivo. No baila o canta el mejor, sino el que estaba en el momento y el lugar idóneo que ha sido observado por alguien a quien le ha gustado. Puede ser el mejor, pero no tiene por qué. Hay gente que baila muy bien, que trabaja un montón…Y no llega. Hay que desmitificar aquello de que con trabajo y constancia vas a conseguir todo lo que te propongas. Ojalá fuera así. Pero no es así. Yo he estado sometida toda mi vida a ese juicio que preguntabas. De pequeña intentas agradar a quien te ve. Cuando vas creciendo y vas forjando tu personalidad y como te gustan las cosas, te vas haciendo a ti mismo. Tienes que saber que habrá gente a la que le gustes y otra a la que no. Es algo normal. Agradeces lo bueno y lo malo. Porque todo te enriquece.
¿Cuánta gente has conocido que se ha quedado por el camino?
Mucha gente. Hasta compañeras que iban y venían al Conservatorio de Murcia. No es el talento. Es tu constancia y tu trabajo. Si no trabajas tu talento, no vas a poder llegar muy lejos. Con menos talento, pero más constancia, vas a poder llegar lejos. Porque a los 15 o 16 años, es cuando empiezas a salir de fiesta, a conocer chicos, chicas… Ahí tienes que seguir centrándote. Mis veranos en La Manga, en Trips, el Zoco o Mamaluna han sido maravillosos, pero mi objetivo y mi prioridad era bailar. Gracias al esfuerzo de mis padres me he ido muchos veranos a Madrid a seguir formándome y no lo cambio por nada. Era lo que quería hacer. A día de hoy no me arrepiento. Era lo que yo quería hacer. Me siento afortunada por todo lo que he vivido, es algo muy diferente y me llena. Me ha hecho muy feliz y me lo sigue haciendo.
¿Ves esa dedicación que has tenido en tus alumnos?
Yo doy clase en ‘Enseñanzas elementales’ y ‘Enseñanzas profesionales’. Voy desde los 8 hasta los 12 y luego primer y cuarto de profesional, de 13 a 16 años. Abarco casi todo. Sí veo esa dedicación en los alumnos que quieren ser bailarines. También hay otros que van más a disfrutarlo y a pasar el rato, o se lo toman como hobby, que también está bien.
Tu currículum impresiona. He leído que en tu formación has creado coreografías propias. ¿En qué te inspiras? ¿Te ves dirigiendo una compañía?
Hace años que no creo ninguna coreografía. Es verdad que ahora estoy con un pianista, José Manuel Cuenca, y las coreografías que hay en el espectáculo las he creado yo. Aunque ahí no hay ninguna temática ni ninguna historia que contar. Es baile por baile. Estando en Madrid me presenté a un certamen en Alcobendas, en el que quedé en primer lugar, hice un paso a dos con un compañero (que actualmente está en el Ballet Nacional, Axel). Me inspira mi verdad, lo que me mueve por dentro. Esa coreografía se llama ‘Querer o no querer’, un paso a dos de amor y desamor. Cuando vas a crear algo creas lo que es tu verdad, lo que sientes.
Respecto a la segunda pregunta…De pequeña si lo soñaba más. Ahora, siendo más realista, prefiero adentrarme en el mundo de la docencia y de esa estabilidad que seguir sumergida en la inestabilidad de la danza, que es maravillosa, pero prefiero tomar ese otro camino. En un futuro me gustaría formar una familia o asentarme en un sitio y tener estabilidad. He vivido dos años de locura. Estar un mes en Brasil, volver y bajar del avión para ir a Córdoba a una actuación… Una locura. Ha sido increíble, porque conozco más de medio mundo viajando, bailando con compañeras y amigas…Es maravilloso, pero vas muy cansada. Esa parte no se ve tanto pero también existe.
La mujer siempre ha estado condicionada por el físico en el arte. ¿Desde tu experiencia la edad en la danza es un problema para la mujer?
Veo muchos factores que influyen. El físico influye mucho en la danza, es muy importante, porque es un arte puramente estético. Vas a ver una danza y es ver un cuerpo moverse. Tienes que estar en forma, cuidarte y es importante que te veas bien. Al final siempre está ese juicio que comentábamos y tienes que gustar a la gente. Es así. Lo de la edad influye porque no estás igual a los 20 que a los 30, aunque hay compañeras que están trabajando con 40 y son divinas. Yo lo veo más desde el punto de vista de que te cuesta más a unos requisitos físicos, como un deportista de alto rendimiento. El físico tiene que haber un mínimo, pero depende del director o de quien dirija, pide un cuerpo u otro. Es una realidad. Me he presentado a una audición, me han hecho una prueba bailando y la segunda prueba era ponernos todas en fila y decir ‘tú sí, tú no’. Mirando la altura. En mi caso, las que éramos más bajitas pues no hemos logrado el papel. Al final con el paso del tiempo vas entendiendo que es una cuestión artística. Hay otros directores a los que les da más igual la parte física. Depende de quien te dirija. Yo soy fan de que el arte es lo que importa, pero tienes que saber que tienes que cuidarte porque estás exponiendo tu cuerpo.