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Santiago Abascal

  • Santiago Abascal, en un acto político de Vox. Foto: EFE

Santiago Abascal es el joven falangista que hubiera querido ser José María Aznar. Un engreído y hosco expresidente que, al abjurar de la única fe verdadera, la derecha funcionarial, decimonónica y constitucional del marianismo, se ha reproducido en tres derechas tan oscuras, oportunistas  como inquietantes. Vox determinará el futuro político de España. Las andaluzas son una primera vuelta de las generales de las que sale un solo perdedor: Felipe VI. Su Majestad el Rey ha tenido que cuadrar -en el estricto sentido del término militar- a su padre Juan Carlos I, y, ¡ay! a su madre la Reina Sofía en el protocolo de la conmemoración de la Constitución. El Rey Emérito no es un ciudadano ejemplar de lo que se pretende presentar como la nueva restauración monárquica. Humilla la institución que regenta. Con la intransigente, reiterada e insistente petición autoimpuesta de asistencia activa y simbólica casi borra, ha estado a punto de impedir -un disparate borbónico arreglado in extremis por los Ansón, Zarzalejos, el elefante, el príncipe heredero Ben Salmán, Corinna y el resto de la corte celestial y galaxia palaciega de guardia- y dejar fuera en el solemne acto en las Cortes de los 40 años tras el franquismo de la recuperación por los españoles de la democracia a la mismísima heredera Leonor de Borbón. La semilla. Que, a estas alturas ya sabe declinar en latín y griego su destino. Abuelito dime tú.

Pedro Sánchez qué mono nos sale viajando. Incluso cuando habla. Manuela Carmena me cierra Madrid. Letizia Ortiz, en la cena de honor del presidente chino Xi Jinping y su esposa, la soprano Peng Liyuan, lució un Felipe Varela de terciopelo negro, cuello redondo y manga larga exhibiendo por primera vez la joya de pasar, la tiara rusa de la reina María Cristina de Austria. La ética de la no violencia de Judith Butler. Huelga de hambre indefinida de los Jordis&Co. En el G 20, Donald Trump genera rabia, impotencia y tensión entre Rusia y China. Carne de la carne de nuestra carne. Todas tenemos nuestra diadema preferida. Esperen, voy a tomarme un lexatín. Oxígeno.

Los andaluces andan votando ahora mismo un socialismo cuarentón estratificado, pantanoso y mayoritario. Pero que puede perder en las negociaciones para formar gobierno, así por la aritmética, a Susana Díaz. O eligiendo a una Teresa Rodríguez que es un no rotundo y grande como España y media cuarta al neoleninismo cuartelero de Pablo Iglesias. El Último Emperador de sultanatos y mareas. La mantequilla de la traición. El último tango. El sur puede estar dando una oportunidad a la jerezana Inés Arrimadas que ha conseguido deslunar a Juan Marín. Y bajar de la nube a un Albert Rivera perdido en el olimpo de la Sección Femenina IBEX35. Difícil que los andaluces salven los muebles de un PP en barrena y desbandada que quizás aún no puede ni acabar con Javier Arenas. Eduardo Zaplana que estás en Picassent, ruega, reza todos los días por él. Pero también por nosotros. Amén. Aznar prefiere a Abascal. València celebra el Maratón Trinidad Alfonso. Las Fallas, Mercadona.

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