ALICANTE. Cuando veo largometrajes y series de televisión españolas, me sobrevuela con frecuencia la opción de poner subtítulos debido a que algunos intérpretes de las nuevas generaciones tienen una dicción tan deficiente que los hace casi incomprensibles. En su día indagué en sus biografías y descubrí que buena parte de estos actores y actrices carecen de formación en interpretación.
La actriz Macarena Gómez confirmó mi apreciación cuando hace unos meses declaró a un medio: «A muchos actores no se les entiende: les digo que vayan al logopeda y no me hacen caso» (El Debate, 23.10.23). Y más recientemente, la también actriz Mónica Randall se manifestó de igual modo en una larga entrevista concedida a un programa radiofónico. Señaló que a algunos intérpretes jóvenes se les nota que nunca han subido a un escenario porque no saben vocalizar y que, por eso, casi no se les entiende. Concluyó diciendo que era una pena que no hablaran bien, porque son estupendos, y que si hubieran hecho teatro, como hizo ella, no tendrían ese defecto (De película, RNE, 23.12.23).
Charlando en una sobremesa de las pasadas fiestas navideñas con un pariente, fiel seguidor de una conocida plataforma de streaming, le pregunté qué pensaba sobre este asunto y me confesó que cuando se topa con una producción española que no entiende cómo hablan, no se calienta la cabeza, simplemente la desecha y busca otra entre la amplia oferta existente. A continuación, argumentó que las producciones extranjeras, al estar dobladas, no adolecen de este inconveniente, pues los actores de doblaje españoles hablan mejor que algunos de los que aparecen en pantalla. Tras este comentario, hizo una breve pausa y añadió medio en broma (o medio en serio) que deberían doblar a más de uno de nuestros intérpretes. Entonces, le informé de que el recurso de doblar a actores en su misma lengua ya se había realizado antaño.
De vuelta a casa, me sobrevino la idea de que el doblaje sería un buen tema para abordar en una próxima colaboración.