MURCIA. Pablo García Casado es uno de los poetas más destacados de nuestro país. Su propuesta de poesía en prosa ha llegado a desplegarse de tal modo que ha alcanzado su cénit en La cámara te quiere, su último poemario, publicado en Visor. Si con Las afueras (1997) deslumbró como uno de los jóvenes poetas que ocupaban el ecosistema poético cercano a los 2000 hablando desde lo inhóspito, García supuso su biografía poética, tremendamente personal y ácida, como el resto de su obra. Entre estos dos títulos hubo otros tres que hicieron madurar y complejizar su universo poético, lejano a convencionalismos y siempre dispuesto para la revolución: El mapa de América (2001), Dinero (2007) y Fuera de campo (2013). Con La cámara te quiere ahonda en la sordidez y el desencanto de un mundo tan polémico como el de la pornografía, donde el dolor es seña de identidad.
PAIN
Claro que duele. Que te tiren del pelo, que te aten y te arrastren. La fusta, la palmada en el culo, claro que duele. Duele la espalda después de todo el día, las vértebras L4 y L5. Duele por dentro. Duele Julio, duele Marcos, duelen todas las cosas que parece que duelen.
-¿De qué manera surge este poemario? No sé si tal vez influido por esta ola feminista que le atribuye ciertas responsabilidades a la industria pornográfica.
-El poemario surge del deseo de indagar más allá del píxel, esas imágenes de personas que exponen su intimidad y de las que no sabemos ni siquiera sus nombres. A partir de ahí construí una ficción donde traté de acercar al lector al día a día de una actriz, a sus miedos y deseos, a la dificultad de separar realidad y ficción en sus relaciones cotidianas… Más que juzgar, he buscado primero visibilizar, haciendo mío el lema feminista de que lo que no se nombra no existe.
-Hay una estructura muy atractiva en el poemario que se divide en: Otro día en la oficina, Webcam, Nueva ventana de incógnito,... ¿A qué obedece esta forma?
-El libro se inicia con unos poemas que hablan de una profesión como otra cualquiera, un ambiente laboral con compañeros de trabajo… Pero la protagonista empieza a ser consciente de los límites del dolor y la obediencia, de cuánto pierdes de ti cuando expones tu cuerpo a millones de espectadores. Todo ello se hace mucho más patente cuando esa exposición se hace a través de una webcam, donde esa exposición es mucho mayor, pues hay además una interacción con el usuario y una atención a su demanda.
-En la última parte del libro, “También tú”, el punto de vista en los poemas cambia: primero la actriz y después los usuarios de distinto sexo, edad y condición. ¿Por qué ese cambio en la voz poética?
-Esta sección no estaba en los primeros borradores del libro, pero un lector amigo me hizo ver que había que acercar el relato mucho más al lector, para aludirlo, para decirle que esto también va con él, que también participa de este mundo.
-En el libro no hay una determinada postura moral acerca de la pornografía, ni siquiera de la más extrema, ¿no?
-Creo que hay que respetar la inteligencia del lector. Eso implica presentar los hechos de la manera más limpia posible y dejar que cada cual tome sus propias decisiones.
-Es interesante porque en el porno del que de habla en los poemas siempre hay una pantalla de por medio. ¿Cómo influye la tecnología en el consumo de porno?
-El cambio ha sido radical. Antes se consideraba algo marginal, que había que buscar en los cines X, en las trastiendas de los cineclubs o en canales específicos de cable. Ahora está a un clic de distancia, totalmente accesible y anónimo, a un universo infinito de contenidos muy variados, lo que ha hecho que el consumo de pornografía crezca de manera exponencial no sólo entre el público masculino sino también, cada vez más, entre las mujeres.
-Leyendo tu libro recordaba mucho la serie de David Simon en HBO, 'The Deuce', que habla del origen del porno en New York, con esa figura de los 'pimp', los proxenetas abusadores pero sofisticados. ¿Sigue vigente esa figura?
-Me gustó mucho la serie, especialmente porque se ponen también sobre la mesa las contradicciones de este mundo sin moralina ni buenismo, aunque el porno de los 70 u 80 poco tiene que ver con este mundo masivo en el que estamos. Y en cuanto al proxenetismo, el caso del porno es distinto a la prostitución, porque la inducción a trabajar en la pornografía, salvo en los casos de menores o personas con discapacidad, no está penalizado legalmente. Por tanto, esa figura de “pimp” está mucho más diluida en la actualidad.
-El porno nunca se imagina leyendo estos poemas y, desde luego, no se explicita. No es, en definitiva, un poemario porno, ¿no?
-No es para nada poesía porno, porque no existen imágenes pornográficas ni pretende ser un libro dirigido excitar la libido del lector. Es una reflexión literaria sobre la soledad, sobre el poder, sobre la sociedad de consumo, sobre los límites de la obediencia, sobre las fronteras del deseo y la comunicación.
-Háblame de esa poesía en prosa que despliegas en el libro. ¿De dónde sale? ¿Hay labor documental previa? ¿Citas exactas de mujeres?
-He recogido estudios, reportajes y testimonios en primera persona que desdicen muchos de los mitos que hay sobre el porno. Eso es un material que debes tener en cuenta a la hora de escribir, pero mi labor no es la periodística sino la de construir una ficción capaz de emocionar e invitar a que el lector se sienta dentro de ella.
-Por último, el cuerpo parece ser el tema central del libro: la carne herida, cansada, agotada. ¿Es así?
-Sí, en el fondo el tema es el cuerpo, su exposición al píxel, el agotamiento. Por eso la vida profesional de una actriz porno es, con excepciones, tan breve, porque su imagen se convierte en objeto de consumo, y el consumo lo agota todo.