OPINIÓN

Joe Biden llega a la Casa Blanca, ¿y ahora qué?

El ganador de las elecciones presidenciales estadounidenses tiene una oportunidad manifiesta para devolver a Estados Unidos su papel de 'potencia indispensable'

4/12/2020 - 

MURCIA. Hace más de 20 años, Madeliene Albright, ex secretaria de Estado, ya calificó a Estados Unidos como una "potencia indispensable". Hoy más que nunca esta supremacía americana está más en duda que nunca. El mal manejo de la pandemia es solo el último de una serie de errores en la competencia básica, que en los últimos cuatro años han puesto en duda las capacidades de Estados Unidos entre sus aliados y los países, cuya asociación resultara básica para Washington en los años venideros. 

A diferencia del pasado reciente, actualmente Estados Unidos tiene un potente competidor en el escenario mundial; y es cada vez más común contrastar el partidismo debilitante y el estancamiento de Washington con la eficiencia despiadada del gobierno autoritario de Beijing. Mientras EE UU flaquea de manera ostensible, China flirtea con el liderazgo global, con su 'aparente' encubrimento de la pandemia, su diplomacia intimidatoria, su beligerancia extraterritorial y sus constantes vulneraciones de derechos humanos.

Tanto en EE UU como en gran parte del mundo Occidental confían en que después de cuatro años de 'Trumpismo', el alivio en las capitales extranjeras será tan inmenso que el liderazgo estadounidense en temas clave volverá a formas y tonos pasados. Biden ya ha presentado planes para revertir las retiradas de Estados Unidos de los organismos internacionales, revocar las políticas dañinas restaurando solidas y tradicionales alianzas internacionales. También se ha comprometido a dar prioridad a la lucha contra el cambio climático; además de abordar la pandemia y sus consecuencias, el problema más urgente para todas las naciones del mundo. Estos movimientos generarán titulares, pero si bien son necesarios, no serán suficientes, restaurar el liderazgo estadounidense debe incluir la tarea más básica de demostrar que Estados Unidos es una vez más un capaz solucionador de problemas tanto dentro como fuera de su país.


Biden devolverá a Estados Unidos al Acuerdo climático de París, a la Organización Mundial de la Salud o al acuerdo nuclear con Irán. Ha dicho que su Administración volverá a participar en la mayoría de foros e iniciativas internacionales que Trump abandonó, como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y el Pacto Mundial para las Migraciones. Además, el nuevo presidente norteamericano ha prometido poner fin a las políticas destructivas de la Administración Trump, como la prohibición de viajar a las naciones de mayoría musulmana, la reducción del número de refugiados estadounidenses, las separaciones familiares en la frontera con México, las continuas fricciones con los aliados y el 'abrazo' con líderes autoritarios. Biden tendrá que aprovechar los profundos lazos que EE UU ha construido en todo el mundo durante más de cuarenta años de exitosa política exterior.

Pero esta segura nueva expansión en la política exterior americana, no llevará aparejada un aperturismo comercial ni mucho menos. A pesar de lo que se pueda creer, los gobiernos demócratas han sido tradicionalmente mucho más proteccionistas que los republicanos; no olvidemos que en el programa de Biden está integrado el 'Plan Buy American' plagado de medidas para fomentar, proteger y priorizar todo lo americano. Este punto también será importante a la hora de regenerar estos nuevos lazos internacionales, especialmente con sus dos socios comerciales por excelencia, China y la Unión Europea.

Liderazgo con falta de confianza

A pesar de todas las preocupaciones de que China se aproveche de la aparente pérdida de peso de Estados Unidos del escenario mundial, la trayectoria china en los últimos años no ha supuesto un aumento en la confianza del resto del mundo como líder global alternativo. El ascenso chino al poder global durante la última década ha sido aparentemente algo sólido y consistente. Sin embargo, no ha conseguido generar la confianza de los lideres mundiales, dado que ha habido -y hay- demasiadas sombras en sus logros y en su 'modus operandi'.

Además de las dudas sobe el origen y gestión de la pandemia, sus acciones combativas de Beijing durante el último año han agravado los recelos hacia China como líder global. China ha intensificado su agresividad alrededor de Taiwán -en el Mar de China Meridional-, en su frontera con India y en Hong Kong. Cuando Australia pidió una investigación internacional sobre los orígenes del coronavirus, China respondió imponiendo un arancel del 80% a la cebada australiana; mientras que las dificultades de Sri Lanka para pagar el servicio de su deuda en un puerto construido por China terminaron lamentablemente en un acuerdo que dejó el desarrollo bajo el control absoluto de Beijing.


Existe un debate sobre si Beijing está siguiendo una estrategia deliberada de 'diplomacia de trampa de deuda', y es complicado precisar cuánto le deben a China los países en desarrollo. Pero un estudio de 2019 estimó que los 50 mayores receptores de préstamos chinos -en su mayoría países del tercer mundo- tenían deudas con China por valor de alrededor del 15% de su PIB de media. Es evidente que todavía algunos países ven una oportunidad significativa en lazos más profundos con China. Sin embargo, durante los últimos cuatro años también se ha puesto en tela de juicio la capacidad de liderazgo chino .

Por todo ello, Biden tiene una oportunidad manifiesta para devolver a Estados Unidos su papel de 'potencia indispensable'; pero para aprovecharlo por completo, la nueva Administración debe restaurar la reputación y competencia ganada durante muchos años. Demostrar esa competencia requiere la capacidad de obtener objetivos claros y tangibles, tal y como hizo el Gobierno de Obama durante la crisis financiera: rescatando la economía estadounidense y al mismo tiempo cohesionando al G-20 para proporcionar más de 1 billón de dólares en estímulos a otros países en dificultades. Estados Unidos puede volver a entrar en todos los acuerdos y organizaciones internacionales que quiera, pero las mayores ganancias en influencia vendrán al demostrar su capacidad para cumplir en la hora de mayor necesidad de muchos países.

Una nación dividida

Desde el análisis interno del país, todo este tipo de acciones para volver a llevar a EEUU a la posición geopolítica anterior a la era Trump no curarán a una nación dividida, que se ha vuelto todavía más dividida por las polémicas y recientes elecciones. No harán que los líderes extranjeros o el público olviden las promesas estadounidenses incumplidas, las políticas estadounidenses dañinas o el hecho de que Estados Unidos ha tenido una de las peores tasas de mortalidad per cápita por la covid-19 de cualquier otro país desarrollado; pero tampoco esto hará de China un retador menos peligroso en la batalla del liderazgo global.

Lo que pueden hacer estas iniciativas son, en primer lugar, ver al mundo en la situación en la que se encuentra: tambaleándose por una pandemia descontrolada internamente, atónito por el giro xenófobo de Estados Unidos y hambriento de una forma de gobierno que rinda cuentas al pueblo. Biden también debe recordar al mundo el no sombrío 'regreso del liderazgo de Estados Unidos' y sus capacidades concretas. Estos activos -desperdiciados o descuidados por Trump- siguen siendo fortalezas centrales que solo Estados Unidos tiene los medios para proyectar.

Ignacio González Ochoa es socio director de AVD Consultores

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