MURCIA. En 1990, George Michael estaba hasta el gorro de que su compañía discográfica lo tratara como un producto de consumo y no como un artista. Sony Music, que ya hizo caja cuando Michael formaba parte del dúo Wham!, diseñó una imagen hipersexualizada para el lanzamiento de su debut como solista, el álbum Faith, que salió en 1987. Tres años más tarde, Michael lanzó un órdago. Se negó a apaecer en la portada de su siguiente álbum, Listen without prejudice, Vol 1. Evitó también salir en el clip de ‘Freedom! 90’, tercer sencillo del disco. Para contrarrestar, propuso como protagonistas algunas de las más celebradas top models. Naomi Campbell, Christy Turlington, Linda Evangelista, Cindy Crawford y Tatjana Patitz, se convertían así en protagonistas del vídeo, realizado por un David Fincher que por aquel entonces solamente dirigía clips musicales. La canción celebraba la libertad artística, y celebraba el triunfo del hombre contra la avaricia, y el vídeo lo subrayaba haciendo explotar varios de los fetiches -la jukebox, la cazadora de motorista- asociados a la identidad de sex symbol del cantante. Y de paso, las modelos que actuaban lo hacían sin tener que ejercer de objeto del deseo de ningún hombre. Aparecían por sí mismas, interpretándose a sí mismas.
No puedo evitar imaginarme una nueva versión de esa canción hecha por todos esas figuras de la política que están tan preocupados por nuestra libertad -de la suya, porque la mía no la defienden-. Me imagino una versión de ‘Freedom! 90’ rebautizada ‘Freedom 2021’, con un desfile de paladines de la libertad en lugar de top models, y que hhagan playback a pleno pulmón haciendo como que sienten el efecto del góspel sanando sus almas. Y que así, contoneándose y alzando los brazos conjuren esa dictadura que dicen que tenemos aquí. En Alemania, Inglaterra o Italia, también se implantó el estado de alarma para frenar el coronavirus, pero como España está en manos de un gobierno estalinista bolivariano del averno, pus claro, no hay manera de hacer lo que a uno le salga de las narices, cachis en la mar.
A Prince le pasaba algo similar a lo de George Michael. Se consideraba un esclavo de su discográfica. No soportaba que Warner intentara controlar su ingente e incontrolable producción musical. Después de un feliz matrimonio lleno de éxitos masivos a nivel artístico y comercial, la relación entre el artista y la discográfica se fue deteriorando. A mediados de los años noventa ya no había entendimiento alguno entre ambas partes. Fue cuando Prince decidió dejar de firmar como tal y empezó a usar como nombre artístico un símbolo jeroglífico. A partir de ahí, y hasta que pudo cumplir su compromiso contractual con Warner e iniciar una nueva etapa, en sus apariciones públicas lucía la palabra slave (esclavo) pintada en la cara. Pues yo, a todos estos y estas que dicen que no tenemos libertad y que insinúan que vivimos en un país esclavizado por el comunismo de toda la vida, les animo a que hagan como Prince, y se pinten la palabra esclavo o esclava en la cara. Toni Cantó, por ejemplo. Es lo único que le falta para acabar de bordar el mejor papel de su vida.
En 1990, Primal Scream hicieron un tema de baile a partir del clímax final de una canción anterior llamada ‘I’m losing more than I’ll ever had’. El invento se tituló ‘Loaded’. Era un tema con atmósfera alucinógena y ritmo machacón que conectaba con una nueva era, la de las raves, la de la música de baile como frente cultural y también la del matrimonio entre la música rock y este tipo de corrientes musicales. ‘Loaded’ se convirtió en un himno al hedonismo en una época en la que el mundo occidental necesitaba hedonismo y lo encontró en los clubs y en el éxtasis. El tema de Primal Scream se abría con un diálogo sacado de The wild angels, de una vieja peli de Roger Corman. Con dicho discurso, un motero llamado Heavenly Blues -interpretado por Peter Fonda- arengaba a un sacerdote diciéndole que él y su pandilla de moteros lo único que querían era ser libres para hacer lo que les apeteciese. “Y queremos colocarnos y pasar un buen rato -decía-. Y eso es lo que vamos a hacer. Vamos a pasar un buen rato, vamos a organizar una fiesta”. ‘Loaded’ es una de las canciones a las que recurro cada tanto cuando necesito una inyección de adrenalina o de optimismo. Pero creo que, durante un tiempo, cada vez que la escuche voy a acordarme de las escenas de toda esa gente que estaba loca por salir a beber por las calles en cuanto decayera el estado de alarma. Les pasa como al motero, quieren ser libres para hacer lo que les dé la gana y pasar un buen rato. Porque si ellos no pueden pasar un buen rato, eso significaba que no vivimos en un país libre. Yo me imagino a Bobby Gillespie, líder de Primal Scream, asistiendo a esta extrapolación de ‘Loaded’, y siendo como es un tipo de izquierdas -su padre. Bob Gillespie, fue un destacado sindicalista y político laborista escocés-, no me extrañaría que sintiera deseos de tirarse por un balcón.
A todos estos ciudadanos, pertenezcan o no a la clase política, tan preocupados por la falta de libertad a la que nos somete el actual gobierno, los animaría a viajar en la máquina del tiempo y pasar un par de meses viviendo en lo peor del franquismo. Cuando, para poder entrar en tu casa si llegabas a ella de noche, el portal te lo tenía que abrir el sereno. Cuando te metían en la cárcel por tus ideas políticas o directamente te fusilaban por tenerlas. Cuando cualquier mención al sexo era censurada en películas, libros y revistas. Cuando las mujeres tenían que ser comprensivas con sus maridos si estos les daban un buen sopapo, y ser homosexual te convertía en un individuo fuera de la ley. Que el club de fans de Francisco Franco, así como los equidistantes con dicho club -que, mira tú por dónde, son los mismos que aprobaron la ley mordaza, una ley con un nombre que solo con pronunciarlo se te llena el cuerpo de libertad- se empeñen en decirme que vivo en una dictadura, me hace pensar en aquel libro de cuentos de Raymond Carver, ¿De qué hablamos cuando hablamos del amor? Sólo que aquí, el tema a debatir es la libertad, la misma de la que hablaban Aristóteles y Epicuro. No aceptemos falsificaciones baratas, por favor.