MURCIA. ¡Maldita sea! ¿Qué es esa nube de polvo que atraviesa la pradera? ¿Un forastero en busca de problemas? ¿Puede que un cuatrero que acaba de cometer alguna fechoría en el rancho de Little River? ¿O quizás es el hijo de los Thomson, que nos trae noticias sobre esa banda que asalta ferrocarriles? Ante la duda, ¡habrá que tener preparado el rifle! Sobre alguna de estas premisas se asientan cerca del 90% de novelitas del Oeste que triunfaron en los kioskos de estas latitudes a mediados del siglo pasado. Narraciones divertidas, livianas, repletas de acción y diálogos eléctricos que causaban sensación entre la ciudadanía, pero que desde hace décadas se encuentran desaparecidas en combate. Como sucede con tantos otros fenómenos de masas muy vinculados al momento social en el que explotan, estas historietas quedaron desplazadas por las nuevas modas y costumbres de la audiencia. Dependiendo de en qué fecha te toque la vacuna del coronavirus, habrás tenido alguno de estos vínculos con esas piezas: tú mismo bajabas a la paraeta a por la nueva entrega (y luego la ibas pasando a toda la pandilla del barrio), las has heredado de tu padre o has escuchado a tus abuelos hablar de lo bien que se lo pasaban leyéndolas.
Ahora el Proyecto Estefanía busca recuperar ese ecosistema repleto de bandidos, puebluchos consistentes en una calle, cactus y minas de oro pero adaptándolo a la mirada contemporánea. Para ello, están lanzando al mercado una serie de relatos que se zambulle en los clichés del western y los devuelven a las llanuras de la actualidad con unas cuantas dosis de parodia, zarzaparrilla y humor macarra. La iniciativa está coordinada por el escritor, editor y músico Heme Brazo y cuenta con Néstor Mir y Luci Romero como directores de la colección. Pero no se trata simplemente de generar un puñado de títulos, sino de crear un universo propio con personajes y escenarios que se repitan en los diferentes volúmenes publicados: el pueblo de Desert Hole, la Montaña de la Muerte, el pastor Black, las hermanas Thunder, la aguerrida Jennifer Wildcow…
“Néstor creó los personajes, el lugar y el resto de elementos hasta configurar un imaginario muy gamberro que da una vuelta de tuerca al Western clásico”, apunta Romero. Cada número cuenta con la firma de un autor diferente y funciona de forma independiente, por lo que los forajidos literarios invitados a participar tienen libertad para lanzarse a trotar con su fiel jamelgo por las rutas de ficción que más le apetezcan. “Pueden centrarse más en unos u otros personajes, ubicarlos en situaciones distintas… cada uno según prefiera, pero dentro de este contexto predeterminado”, subraya Brazo, en calidad de alcalde de Desert Hole.
Este ciclo de pistoleros y atardeceres de fuego más allá de la última montaña comienza con La encrucijada de Desert Hole, de Vicky Gatekeeper, pseudónimo que esconde a Vicky Catalán. La autora se lanza aquí a una propuesta que revisita el panorama cowboy en clave feminista y cómica. Ya basta de tipos duros y torturados atravesando el desierto de Arizona (o de Almería) con sempiterno ceño fruncido y de damiselas que cuidan pacientes y silenciosas del rancho. Frente a un universo tan masculinizado como el de los vaqueros, Catalán pone a Jennifer Wildcow a cabalgar subida a Viejo Dan en busca de justicia y dispuesta a disparar a diestro y siniestro. La amiga es de gatillo fácil y tiene muy buena puntería en las distancias largas, avisados quedáis. Wildcow no está para tonterías. Y todo ello, pasado por un barreño de humor ácido que haría arrancar unas carcajadas cómplices a las rocas de Monument Valley.
“No conocía mucho del género, de hecho, lo más cercano que había leído eran poemas sobre el tema precisamente de Luci Romero -- confiesa Catalán--. Así que cuando me propusieron participar, eché una ojeada a las obras más emblemáticas, pero les quise dar un giro. Yo soy feminista y pensé, ¿por qué un western contemporáneo no puede serlo? Mi objetivo era crear un relato de vaqueras que pudiera gustar tanto a las periodistas de la revista Píkara como a mi hija de 12 años. Por eso mi Jennifer es una mujer que no cumple con los estereotipos del canon, que en muchas cosas es un desastre, pero que sabe defenderse y se enfrenta a los problemas. ¡Vamos, que es una tía estupenda!”, indica la escritora, quien confiesa haberse decantado por usar un nom de plume “como un guiño a todos esos autores de novelas de kiosco que también recurrían a otros nombres al firmar sus textos”.
En las próximas semanas, saldrá a la venta el segundo volumen de la colección, titulado Lo que pesa un muerto y firmado por el propio Brazo. A continuación le llegará el turno a la poeta y escritora Sara Olivas. Por el momento, estas páginas llenas de tiroteos, ganado y minas oro pueden encontrarse en espacios como la librería Bartleby, La Primera, Gnomo o Bangarang. ¿En próximas entregas veremos a los indios vengarse de tanto malhechor gringo empeñado en quedarse sus tierras? Esperemos que sí.
Homenaje al escritor de los 2.600 libros
Los cowboys más perspicaces ya lo habrán adivinado. Efectivamente, el nombre de la iniciativa es un homenaje a Marcial Lafuente Estefanía, el mítico escritor que, tras ser encarcelado durante el franquismo por haber militado en la CNT y luchado en el bando republicano, se convirtió en un prolífico autor de historietas de vaqueros. De hecho, se le atribuyen más de 2.600 títulos de aire western, algunos en solitario y otros ejecutados junto a sus hijos. Con un ritmo de un tomo producido a la semana y tiradas de más de 30.000 ejemplares, Lafuente Estefanía arrasaba en los kioskos patrios entre los años 40 y 60. A base de transportar a varias generaciones de lectores hasta praderas lejanas al otro lado del Atlántico acabó por convertirse en un actor imprescindible de la cultura popular de la época.
De hecho, según Brazo, parte del éxito de esta aventura radica en su apelación “a una cierta nostalgia, a la vuelta un entorno literario que se ha perdido. De hecho, nos han escrito muchos lectores interesados en conseguir un ejemplar que se aficionaron al género a través de las novelas que coleccionaban sus abuelos o sus padres”. Como explica Romero, apasionada de este ecosistema de llanuras interminables, nubes de polvo y cantinas, las tramas en esos libros “eran muy similares unas de otras: hay un pueblo en el que sucede algo, un robo, una mina, hay un malvado, un shérif....Y esa estructura funcionaba muy bien, era un material barato, asequible y que se leía de forma fácil”.
¡Oh, no! ¿Eso que asoma ante nuestros ojos es el desfiladero del ya sobadísimo debate entre alta y baja cultura? ¡Que no cunda el pánico! Nuestra diligencia no va a embarcarse en esa dirección. Nada de demonizar el entretenimiento y las lecturas que nos hacen disfrutar sin más pretensión que el goce de la ficción impresa. Por algo el lema del Proyecto Estefanía es ‘Alta literatura de kiosko’. “No queremos que se confunda lectura ligera, esa que resulta entretenida y accesible para el gran público, con literatura menor, que para mí es aquella con fallos de escritura y de forma. Detrás de la aparente sencillez de un relato hay un trabajo que no es nada fácil”, defiende Brazo, fan acérrimo del pulp estadounidense.
Duelo al amanecer por el honor del Far West
A este lado del Gran Cañón del Colorado, todavía hay muchos que miran al western con desdén. Sin duda, una panda de indeseables que merecen ser retados a un duelo al amanecer. Romero trata de romper el estigma: “hay toda una generación que lo asocia a las pelis que ponían después de comer y que les parecían aburridas. Se trata de un género denostado. Y eso, además de muy injusto, es un error: el western es muy poético y contiene muchas cuestiones simbólicas y metafóricas. Nos ha dado obras maravillosas y, de hecho, gran parte de las narrativas cinematográficas que consumimos vienen de ahí”. “En cierto momento, se perdió de vista la importancia que tiene a la hora de generar discursos narrativos, pero creo que es una tendencia que está volviendo, tanto en cine como en literatura y se está redescubriendo lo interesante que es”, resalta. A ese respecto, según la librera de Bartleby, el Proyecto Estefanía se alza como una oportunidad para que el gran público “se aproxime a un mundo que quizás no le resulta cercano”.
En cuanto a la identidad visual de este experimento, el sheriff del lugar es Jaume Pallardó: “Como vengo del cómic, para esta primera portada se me ocurrió crear un caleidoscopio con distintos elementos relacionados con el entorno que me planteaban: un cactus, una herradura, un rifle… Las historias de vaqueros siempre me han gustado y creo que estéticamente tienen mucho gancho”, señala. En las siguientes entregas, asegura que mantendrá la misma estructura de mosaico, “ya que ese cosmos es inacabable, hay muchísimas imágenes que se pueden combinar. Lo que variaré es la gama cromática: de rosas y verdes pasaré a azules y amarillos”.
Cada proceso creativo es una jungla, un viaje al anterior de cada uno, una expedición a las costas antárticas de nuestra inspiración, de nuestras filias, nuestras fobias y nuestras frustraciones. En este caso, recordemos, la obra debe mantenerse en el universo de Desert Hole y aledaños. Poner en pie un artefacto literario bajo esta condición puede resultar tanto un corsé que dificulte eso de respirar o bien un estímulo para aventurarnos por ríos bravos que quizás hasta el momento no se nos había ocurrido transitar. En el caso de Wildcow y sus vecinos, parece que gana esta segunda opción: “Trabajar con un imaginario ya dado me parece una maravilla. Normalmente, cuando comienzo un relato parto de una frase, de una metáfora… En cambio aquí me han dado unas cuantas piezas y me han dejado jugar…Creo que es un ejercicio muy divertido”, apunta Vicky Gatekeeper. Por su parte, Pallardó señala que trabajar con un marco ya fijado “en este caso, funciona como un acicate, no como un hándicap, ya que, por una parte te ayuda a que el proceso no se te vaya de las manos y, además, te ofrece unas líneas creativas de las que, si te documentas bien, puedes sacar petróleo”.
En el horizonte, con los revólveres cargados, se vislumbran los retos de futuro del proyecto: “nos gustaría pasar de ediciones bimensuales a mensuales, aumentar la extensión de las publicaciones y explorar también colecciones que homenajeen a otros géneros de la literatura popular”, expone Brazo. Mientras tanto, los lectores siguen cabalgando, sin descanso, hacia la próxima trifulca que acontezca en la hondonada del roble.
Por cierto, esas bolas del desierto que atraviesan cualquier rincón del Lejano Oeste que se precie, en realidad se llaman salicor o estepicursor. Ahí te deja el dato Culturplaza para que te des pisto en la próxima sobremesa.