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las series y la vida

'Evil': cómo enfrentarnos al mal

1/02/2020 - 

MURCIA. Puede que Dios esté ausente del mundo, pero no de las series. Es sorprendente la cantidad de ficciones televisivas que, de un modo u otro, le invocan. Así, a bote pronto y sin googlear, ya salen unas cuántas: The Leftovers, Sobrenatural, Good omens, Broken, The Young Pope y su continuación The new Pope, American Gods, Mesías, Lucifer, Miracle workers, Las escalofriantes aventuras de Sabrina o, menos recientes, Muertos como yo, Carnivale, Les Revenants o Joan de Arcadia. En ellas podemos encontrar milagros, resurrecciones, ángeles, demonios, exorcismos, aquelarres y también a Dios y a Satanás tanto en forma de concepto o símbolo como en carne y hueso. Rodeados como estamos de relatos apocalípticos en series, cine, redes, cómics, medios, política y allí donde miremos (ahora toca el Coronavirus), quizá tiene sentido que en un mundo sin sentido las ficciones indaguen en qué es eso llamado Dios.

La última en sumarse es Evil, en la que una pareja de investigadores, formada por una psicología atea y devota del método científico y un aspirante a sacerdote católico, analizan casos de posesión o posibles milagros para decidir si lo son o tienen alguna explicación mucho más mundana. Dicho así igual no apetece mucho verla, a estas alturas posesiones demoníacas y dudas de fe, pero si nos fijamos en quienes son sus creadores el interés crece inmediatamente. La serie es la más reciente producción de la pareja de showrunners Michelle y Robert King. Efectivamente, los creadores de esas dos series imprescindibles que son The good wife y su derivada The good fight.

Y por eso Evil, con su apariencia convencional de procedimental típico, es más que eso. Tiene esa rareza que todas las series de los King contienen, que nos descolocan y producen cierto extrañamiento. Como en sus series anteriores, los personajes están muy bien escritos y van mostrando poco a poco sus fortalezas, debilidades y fisuras, sorprendiéndonos un poco, mientras debaten entre ellos y consigo mismos en torno a la existencia de Dios, la fe o el ma. Trata temas muy serios y de gran calado pero no descuida ni la ironía ni el sentido del humor (siempre presente en las series de los King), a veces sutil y a veces más chusco. En ocasiones, es total y deliberadamente una producción de terror, género en el que entra de lleno, y, de hecho, a ratos da miedo.

Las preguntas que nos hace no son fáciles: ¿existe el mal per se o lo provoca la sociedad? ¿Son malvados o enfermos? ¿Cómo podemos enfrentarnos a ello? En ese sentido, a veces la serie es extraordinariamente cruel, como en la resolución del caso que se presenta en el cuarto capítulo, que no deja helados de horror.

Y es que si algo saben hacer los King, además de pergeñar series excelentes, es romper los límites del procedimental. Un procedimental es ese tipo de serie compuesta por capítulos autoconclusivos e independientes en los que se resuelve un caso en cada uno: Ley y orden, 911, Bones, Alice Nevers, Mentes criminales, Candice Renoir, Chicago Fire, El mentalista, Profilage, Hawaii 5.0… Pueden tener alguna trama transversal que recorra varios capítulos o temporadas y aparezca de vez en cuando, funcionando como motivación de los personajes: el asesino de las miniaturas en CSI, John el Rojo en El mentalista, el misterio del asesinato de la madre de Beckett en Castle, etc. Hemos visto cientos de ellas a lo largo de nuestra vida como espectadores y, aunque ahora haya otro tipo de ficciones que acaparan nuestra atención, seguimos viéndolas y continúan estando entre las series de mayor audiencia, como NCIS o Blue Bloods.

Procedimentales atípicos ha habido unos cuántos a lo largo de la historia de la televisión. Steven Bochco es responsable de algunos de ellos, como Canción triste de Hill Street, que rompió muchos moldes tanto en su estructura como en las dinámicas entre los personajes, y La ley de Los Ángeles. Por su parte, Expediente X combinaba la fórmula del procedimental, mediante su recurso al ‘monstruo de la semana’ que tan buenos capítulos nos deparó, con una complicadísima trama transversal, tal vez un poco excesiva y cansina.

Pero si hay una serie procedimental que utiliza los límites para saltárselos, esa es la obra magna de los King, The good wife. En origen una serie de abogados con su caso semanal, la trascendencia de los temas que trata, pegados a la actualidad y a todos los grandes debates sociales y políticos de nuestros días, junto con el desarrollo de unos personajes llenos de capas que van descubriéndose a lo largo de sus 156 capítulos la convirtieron en otra cosa, una ficción inclasificable y una de las mejores series de las últimas décadas. Y su continuación, The good fight, no le anda a la zaga. Por el camino, aunque ya hacían buen uso de ellas en las primeras temporadas de The good wife, han ganado en extravagancia y libertad creativa, con soluciones narrativas y formales sorprendentes e inesperadas. Lo intentaron con una serie que no tuvo éxito a pesar de su mucho interés, Braindead, en la que unos alienígenas comían el cerebro a varios congresistas y políticos y se instalaban en sus cuerpos, en un intento de invasión de la tierra. Sí, una serie muy rara, con mucho sentido del humor y una gran carga política, como han tenido todas sus series.

Pero además de hacer estallar la estructura del procedimental sin dejar de serlo, los King también se cargan otras limitaciones de este tipo de producciones. Los procedimentales pertenecen a cadenas generalistas (no de cable), como NBC, ABC, CBS. Eso significa que hay cosas que no se pueden mostrar, sobre todo en lo que se refiere a secuencias de sexo y violencia; digamos que no pueden ser muy gráficas ni explícitas (prime time, público familiar, etc.). The good wife se hizo famosa por el modo en que era capaz de, sin saltarse un solo límite y sin exhibir las partes de la anatomía que no se pueden enseñar, conseguir altas dosis de erotismo en una demostración de que, si se sabe lo que se quiere contar y cómo hacerlo, menos es más.

Evil no está de momento en el nivel de las otras series de los King, pero promete diversión e inteligencia. Sin duda, destaca respecto al resto de procedimentales, mucho más atados a clichés de género y personajes tópicos. Conforma avanzan los capítulos va ganando en complejidad y profundidad, y todo funciona muy engrasado. Y esa agradable sensación de extrañeza, ese “tiene algo diferente” perdura. Seguiremos atentamente el desarrollo de la temporada mientras sus protagonistas se enfrentan al mal.

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