MURCIA. La escritora y periodista de origen peruano Gabriela Wiener (Lima, 1975) es una de las voces más potentes del feminismo radical en España. Representante de un periodismo experiencial que podíamos vincular lejanamente con el gonzo de Hunter S. Thompson -pero aplicado sobre todo a las disidencias sexuales y afectivas-, esta autora expone con brutal honestida su vida íntima en crónicas y libros como Nueve Lunas, Sexografías y Dicen de mí.
También es autora e intérprete de la pieza teatral Qué locura enamorarme yo de ti, en la que explica en clave tragicómica una crisis vivida en el seno de su relación poliamorosa junto al poeta limeño Jaime Rodríguez y la música y activista madrileña Rocío Bardají. La comaternidad juega un papel destacado en esta pieza, ya que las tres comparten la crianza de un hijo y una hija. No hay transición entre los ideales políticos de Wiener -heredados en parte de sus padres, ambos intelectuales y revolucionarios trotskistas- y sus elecciones de vida. Amor y activismo forman en su caso un bloque indivisible.
-¿Cómo has vivido este 8M atípico, no solo por el coronavirus, sino por las disensiones entre el sector del feminismo “clásico” y el transfeminismo?
-Mira, las previas al 8M han sido indignantes. Ver cómo desde grupos institucionales y privilegiados del movimiento de mujeres se intenta copar el debate feminista con una agenda excluyente. La comunidad trans ya ha dicho por activa y pasiva que siente esta agenda como violencia, porque sus vidas y derechos no pueden ser el tema de discusión de unas señoras. Entre la prohibición en Madrid de manifestarnos, incluso con medidas de seguridad, y el ataque del machismo organizado -yo diría terrorista- contra los murales feministas, te diré que he vivido un 8M precisamente de terror. Esto se está poniendo muy feo. Por dentro y por fuera del feminismo.
-¿Qué papel crees que puede llegar a jugar el feminismo en la consecución de una sociedad no solo menos patriarcal, sino además más justa socialmente y menos racista? ¿Por qué consideras que la lucha feminista no puede entenderse de forma aislada a esas cuestiones?
-Considero el feminismo una lucha de luchas. Una que contiene más reivindicaciones que las del género. Un movimiento que persigue la igualdad no puede ignorar el resto de presiones que soportamos las mujeres: la de clase; la de raza. Yo me bajo de un feminismo que solo defiende los privilegios de unas cuantas. De todos los feminismos existentes, ese es el que menos me representa: el racista, el blanco, el tránsfobo, el odiante, el que no ve más allá de sus narices. Le haría muy bien al movimiento reivindicar su ancha base y no seguir apuntalando posiciones que son calcaditas a las de la ultraderecha. Y solo en esa clave creo que podemos llegar a la verdadera transformación social. De otra manera seguiremos viviendo en el PSOE del feminismo.
“Yo me bajo de un feminismo que solo defiende los privilegios de unas cuantas”
-¿Crees que el empoderamiento feminista y la sororidad pueden ayudarnos a las mujeres a superar traumas para los que parece que hemos sido programadas, como el miedo a envejecer?
-Se nos rompieron de tanto usarlas (mal). Se nos quemaron esas palabras de tanto machacarlas. El capitalismo puso en camisetas la sororidad y el empoderamiento y se volvieron conjuntos vacíos. ¿Que si sigo creyendo en mi comunidad? Sí. ¿Que me ha hecho más fuerte? Sí. ¿Que creo que me cuidan más mis amigas que lo de afuera? Sin duda. ¿Que tenemos varias trincheras en las que luchamos contra estereotipos, normatividad, mandatos...? Claro que sí. Poder no; reivindicamos la vulnerabilidad, la ternura. Que en estos años muchas por primera vez levantamos la voz y soñamos juntas es un hecho irreversible. Eso no quiere decir que la tarea esté terminada. Romper el silencio ha sido lo más reparador de esta década. Ahora toca saber qué hacer en la siguiente.
-Sobre Qué locura enamorarme yo de ti. Comenzó como una performance y se acabó convirtiendo en una pieza teatral “tragicómica” en la que hablas de una crisis real que puso en riesgo un proyecto de “deconstrucción amorosa”.
-Así es. Como en la mayor parte de mi trabajo literario, mucho del cual suele expandirse hacia otras ramas fuera del texto, parto de mi propia experiencia, pero para ir construyendo un espacio de encuentro, de identificación con las experiencias de los demás. En este caso me motivaba contarme como un muñeco roto del poliamor y de la deconstrucción romántica sin perder del todo la fe en que podemos ser algo más que lo que nos han dicho que seamos. Después de atiborrarme de teoría fallé en la práctica, así que aunque la historia detrás de la obra de teatro fue uno de los momentos más dolorosos de mi vida –la crisis se da en los días siguientes al nacimiento de nuestro hijo de a tres, es decir, en plena depresión post parto– me entrego a la comedia y a la chanza de esta aventura de colectivizar el amor, de sacarlo de la monogamia, de intentar romper políticamente con ciertos mandatos, de inventarme otra existencia posible. La obra también incorpora las preguntas de una escritora acerca de qué debe ser contado y qué no; de dónde vienen nuestras historias. En el proceso voy dejando un caminito de miguitas para poder regresar del infierno. Es una obra casi familiar, en la que participan con sus descargos todos los implicados en el polidrama: mi marido y mi mujer, mis hijes también. Me encantaría presentar la obra en Valencia. Ojalá que sea pronto.
-¿Necesita el poliamor más normas o más “vigilancia” que una relación convencional, para evitar hacer daño a las personas que amas? ¿Recomiendas prepararse antes de lanzarse sin red ni reflexión? (Por ejemplo, tengo entendido que uno de tus libros de cabecera en su momento fue Ética Promiscua, de Dossie Easton y Janet Hardy)
-Hay un meme que diferencia muy bien el poli de la Policía, del poli del poliamor. ¡Son todo lo contrario! Así que vigilancias las mínimas y cuidados los máximos, que para eso en las relaciones no monógamas hay más gente que cuidar de manera activa y frontal que en la mononormi. No pienso aconsejar poliamorosamente a nadie que no me pague. Y mucho menos sobria. Es broma. No soy un buen ejemplo para nadie, pero los dinosaurios menos aún. Sí que está bien leer ese libro y leer otros; ver pelis y discutirlas; hablar con gente que está en las mismas y crear comunidad, terapearnos juntos y hacer orgías con red, y con la red también, pero de amigas. Eso sí, no hay manual que valga si al final vas a ser el mismo desgraciado o desgraciada de siempre. Así que, como en todo, hay que atravesar esto de bastante trabajito interno, feminista y relacional, algo que irrita a los y las de los valores tradicionales, que ya sabemos que les gusta que todo siga como está. Que se sepa que la cosa tiene su complejidad: Lo fácil es mentir. Lo triste es divorciarse. Lo tonto es sospechar.
-¿Cuál es la principal ventaja y la principal desventaja de la comaternidad?
-No hay ninguna desventaja, todas son ventajas. Igual que con lo no monógamo, pienso que la maternidad entre comadres debería ser la norma y no la maternidad solitaria. Las razones son obvias.
“Me interesa muchísimo que el sexo para muchas mujeres, por ejemplo, sea una forma de contrapoder, de resistir a las hegemonías”
-¿Crees que los medios de comunicación se han quedado atrás en lo que se refiere al lenguaje inclusivo? Los medios tradicionales suelen trabajar con libros de estilo que no dan un paso si no lo ha dado antes la RAE.
-Por supuesto, la RAE va siempre por detrás del lenguaje verdadero; va lento porque lo llevan un montón de señores del siglo pasado, machistas irredentos de la real y purísima lengua y que la enarbolan para mantener la pirámide como hasta ahora. El lenguaje crea el mundo; si eres nombrado, comienzas a existir. Y creo que por eso no vamos a cejar en nuestro empeño de seguir recreándolo desde lugares más amables, igualitarios y amorosos, nombrando a todes les que quieren ser nombrades. Dependiendo de su progresismo, algunos medios van más atrasados que otros. Pero se avanza; pese a ellos, se avanza. Ahora empieza por fin a haber editoras de género que se encargan de cuidar estas cosas.
-Te he leído en alguna entrevista una idea muy interesante: “La sexualidad es una de las mejores formas de conocer una sociedad”. ¿Por qué lo crees así?
-Una de las bromas más pesadas de la iglesia católica es que el sexo es una cosa que tiene que ver con la moral, y en realidad es justo con lo que no tiene nada que ver. En cambio, sí tiene que ver con todo lo demás, con la política, con la economía, con la violencia, con el feminismo, con todo lo que nos rodea. Es una ingenuidad pensar que gran parte de las cosas que pasan en el mundo no tienen que ver con el factor sexual. Me interesa muchísimo que el sexo para muchas mujeres, por ejemplo, sea una forma de contrapoder, de resistir a las hegemonías.